La polarización política en Estados Unidos alcanza niveles insospechados por estos días.
Los Demócratas se juegan sus restos en la investigación contra el presidente norteamericano, Donald Trump, en una especie de guerra civil de naturaleza política. A diferencia de las investigaciones anteriores abiertas contra los presidentes estadounidenses en ejercicio, Richard Nixon y Bill Clinton, en esta ocasión opera la disciplina partidista. En 1974, 177 Republicanos votaron contra el presidente Nixon, que a la postre abrió el camino para su renuncia irrevocable. Hace 21 años, 30 Demócratas se salieron del redil y apoyaron el proceso contra el presidente Clinton, que puso a tambalear la Casa Blanca.
Las cosas en Washington ahora son a otro precio. La agresividad de los representantes del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes, liderados por su presidente, Nancy Pelosi -elegida por primera vez en 1987- no tiene antecedentes conocidos, particularmente por su irrespeto de la investidura presidencial. Pese a la algarabía política contra Trump, ningún presidente estadounidense en ejercicio ha sido efectivamente removido de la Casa Blanca. La realidad es que el Partido Demócrata no se repone ni acepta de buen grado el resultado de las elecciones presidenciales de 2016. En Estados Unidos, no es suficiente ganar la votación popular. La clave está en la decisión del Colegio Electoral, cuya mayoría favoreció, de forma inobjetable, al presidente Donald Trump.
Es probable que la representante Nancy Pelosi salga airosa en la Cámara, pero con certeza será derrotada en el Senado, que es controlado por los Republicanos. De acuerdo con la Constitución norteamericana, un fallo adverso requiere una super mayoría de dos tercios, que los Demócratas no tienen. Ello no quiere decir que su resultado sea inocuo en materia política. No. El Partido Demócrata quiere volver, de nuevo, a la Casa Blanca en el 2020, haciendo uso de todos los mecanismos constitucionales a su haber para convencer a un electorado cada vez más confundido y polarizado.
El presidente Trump también tiene a su favor una economía en crecimiento, con la tasa de desempleo más baja de los últimos 50 años.