Presidente se contradice al afirmar que la Constituyente no busca cambiar la Constitución, pese a que este es su único objeto.
A mediados de 2018, Gustavo Petro se apareció como Moisés con las tablas de la ley y sus 10 mandamientos con la inscripción escrita en piedra, “no convocaré a una Asamblea Constituyente”. La semana pasada, desde el injurioso Puerto Resistencia en Cali, que el presidente Petro quiere transformar en monumento nacional, anunció encolerizado que “rabia le daría con mi propia vida si yo me escondiera y no hubiera sido parte de la primera línea”.
Petro, al salir del clóset y declararse por primera vez activista de la primera línea, desconoció como un faltón su promesa de campaña, reiterada en entrevistas y debates públicos en televisión, de no convocar a una Asamblea Constituyente. La iracundia presidencial se fue lanza en ristre contra el Congreso y las Cortes, que, supuestamente, no le permiten aplicar la Constitución Política, razón por la cual, según Petro, “Colombia tiene que ir a una Asamblea Nacional Constituyente”.
Petro pretende utilizar el mismo mecanismo de Hugo Chávez para imponer un régimen socialista en Colombia. Después de 25 años, no cabe duda alguna que la Constituyente de 1999 fue el principio del fin de la democracia en Venezuela y el comienzo de la dictadura chavista, perpetuada luego por Nicolás Maduro.
La razón fundamental de Petro para convocar la Constituyente es peregrina. Si fuera cierto que a Petro no le dejan aplicar la Constitución de 1991, que el M-19 contribuyó a fraguar y que Petro juró defender desde entonces, el problema central sería de su administración, que se ha mostrado incapaz de gobernar, por inexperiencia o desidia, o por una sutil combinación de las dos.
La verdad es que Petro procura disfrazar de interés general su interés particular, representado por la reelección presidencial, el reemplazo del Congreso por Cabildos Abiertos y la subyugación plena del poder judicial. Petro es un político que haría cualquier cosa por mantenerse en el poder. Petro es un político que haría cualquier cosa para defender a sus allegados y adelantar como sea sus reformas, incluso si los proyectos de salud, pensiones y asuntos laborales -mal concebidos y ausentes de concertación- se hunden en el Congreso o en la Corte Constitucional.
En la entrevista publicada en primicia el pasado lunes por el diario El Tiempo, Petro se contradice al afirmar que la Constituyente no busca cambiar la Constitución, pese a que este es, precisamente, su único objeto. Si no lo fuera, su convocatoria no tendría sentido. Petro sostiene que no tiene interés en reelegirse, pero busca, afanosamente, un cambio en la Constitución, que desembocaría en su reelección. Petro propone seis puntos, ninguno de los cuales exige modificar la Constitución: implementación del acuerdo de paz de 2016, garantías de vida digna, reforma judicial, ordenamiento territorial, reforma educativa y fin de la violencia en Colombia.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
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