En medio de la involución del desbarajuste petrista, queda la esperanza que no hay mal gobierno que dure más de cuatro años ni país que lo resista.
La Semana Santa que ahora se inicia luce propicia para explorar en la Biblia uno de los principales valores del cristianismo: el perdón. La parábola del hijo pródigo, del deudor inmisericorde, del siervo despiadado, de la oveja perdida y del buen samaritano, nos enseñan a perdonar a nuestros semejantes de la misma manera que Dios nos ha perdonado a nosotros los pecadores.
Para los colombianos que tenemos que sufrir con humildad republicana el desgobierno de un exguerrillero amnistiado del M-19 que no le gusta gobernar, que prefiere desmoralizar y desmantelar las Fuerzas Armadas en lugar de liderarlas, que le aburre la Casa de Nariño -sede de Gobierno- y que le incomodan profundamente la separación de los tres poderes públicos y la independencia de la Justicia, las Cortes, los jueces, la Fiscalía General, el Congreso, el Banco de la República, el Ministerio Público, los entes de control, el Consejo Nacional Electoral, así como los gremios empresariales y los medios de comunicación, hablados y escritos. Por todos estos yerros, perdónalo, Señor.
La parábola del perdón de Petro debe ser amplia y generosa para permitir el arrepentimiento y abarcar tanto desafuero, tanta corrupción, que comprende la transformación de la entidad de manejo oficial de las calamidades públicas en la caja menor del contubernio nauseabundo entre miembros destacados, pero venales, inmorales y vendidos del Ejecutivo y del Legislativo para favorecer, groseramente, su propio peculio.
La parábola del perdón de Petro alberga un lugar especial para el hierro candente de su antisemitismo hirsuto, anacrónico y ofensivo con los hebreos, los sefardíes y los colombianos que creemos en la libertad de cultos. Por su antisemitismo blasfemo, perdónalo, Señor.
Para los millares de colombianos arrepentidos que votaron irreflexivamente por Petro, penitentes y llorosos por no haberse compadecido a tiempo de sus connacionales por haber elegido a un activista político marxista, que pretende derruir lo construido en lugar de construir sobre lo conseguido, libéralos de culpa y perdónalos, Señor.
Para 30% de los colombianos, que a pesar del descuadernamiento nacional continúan apoyando el cambio prometido por Petro, que nunca llegó, perdónalos, Señor. Porqué nunca es tarde para abrir los ojos y ver el desmadre en que se ha convertido Colombia por cuenta de las políticas de decrecimiento económico, desestímulo oficial de la vivienda popular y la industria extractiva, además de la fracasada paz total de Petro, que le entregó el 71% del territorio nacional a los carteles del narcotráfico.
En medio del pesimismo sobre la involución de nuestro país durante el desbarajuste petrista, nos queda la esperanza que no hay mal gobierno que dure más de cuatro años ni país que lo resista. Así, pues, mientras llegamos al 2026, le pedimos al Señor que lo perdone, porque no sabe lo que hace.
Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inverdies.co
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