Perdió las elecciones regionales del año pasado, las mayorías en el Congreso, ahora perdió la calle. Y el favor popular y enterró la constituyente.

La extraordinaria manifestación ciudadana del 21 de abril se inscribe por derecho propio en los anales políticos de la nación como un parteaguas de la indignación colombiana contra el peor gobierno de nuestra larga historia republicana.

La gente en las calles marchó en paz con esperanza y alegría contra el gobierno de Petro, contra los desafueros de su administración, tiznados de crecientes actuaciones autocráticas que ponen en riesgo la democracia, la separación de los poderes públicos, el Estado de Derecho y la base empresarial y de trabajadores, que han mantenido con tesón los cimientos de la economía colombiana.

Petro ha realizado varios lances para convocar al pueblo a las calles, desde el balconazo en la Plaza de Armas en la Casa de Nariño hasta la pasada celebración del primero de mayo, organizados para impulsar sus equivocados proyectos refundacionales de la salud, las pensiones y las relaciones laborales. En aquél entonces, Petro reclamó que “seguimos aquí, con este pueblo que me acompaña, que demuestra que el Gobierno no está solo, que no ha perdido sus mayorías populares”.

La multitudinaria marcha del 21 de abril efectuada a nivel nacional, con una asistencia masiva que podría superar los dos millones de colombianos soliviantados contra Petro y su administración, es la prueba reina que nosotros, los ciudadanos, somos la mayoría en Colombia. Nosotros, los ciudadanos, somos el pueblo en las calles, sin distingos sociales ni económicos: empresarios, profesionales de la salud, empleados, sindicalistas, agricultores, ganaderos, pensionados, retirados, estudiantes, transportistas. En fin, todos a una, como en Fuenteovejuna, marchamos unidos por el descontento contra Petro y su histórico pacto por el desgobierno.

Petro perdió las elecciones regionales del año pasado, luego perdió las mayorías en el Congreso y ahora perdió la calle. Petro perdió el favor popular y enterró con ello la constituyente. Petro está solo, acompañado de exguerrilleros desmovilizados del M-19 y de oportunistas enchufados al presupuesto nacional. De acuerdo con la última encuesta de Invamer, la desfavorabilidad de Petro es la más elevada desde su llegada a la Casa de Nariño. En este breve lapso de tiempo, que parece una eternidad, la desaprobación de la gestión presidencial de Petro se trepó de 20% a 60%.

Petro, como mal perdedor, en lugar de reconocer con altura la realidad ciudadana y hacer un llamado a la reflexión y a la autocrítica, como hace Laura Sarabia, se equivoca torpemente cuando trina, delirante, que las marchas y un golpe blando pretenden derrocar a su gobierno. La verdad es que Petro se tambalea por el fuego amigo derivado de las denuncias de su hijo, su hermano y su embajador en Roma, por las indagaciones sobre el financiamiento ilegal de la campaña presidencial en el Consejo Nacional Electoral, la Fiscalía y la Procuraduría. 

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co