Pese a su tardía retractación, quedaron en letra de molde sus extraviadas posturas. 

El país nacional y el país político piden al unísono la renuncia del aciago y polemista ministro de salud, Guillermo Alfonso Jaramillo. El inaceptable comportamiento del ministro Jaramillo ha decepcionado profundamente a todos aquellos que, en un principio, consideramos, erradamente, que era el político y el galeno experimentado e idóneo para reemplazar a la entonces defenestrada ministra, Carolina Corcho, de opaco, contencioso y efímero tránsito por la cartera de salud.

Nos equivocamos todos. Desde un comienzo, el ministro Jaramillo se mostró aún más intolerante y energúmeno que la Corcho contra todos aquellos que osaron contradecirlo.

La esperanza -totalmente perdida- consistía en que el ministro llegaría a la cartera para conciliar y acordar una reforma a la salud que le sirviera al país. La reforma de Jaramillo, según una reciente comunicación de varios exministros de salud, dificulta el acceso a los servicios médicos y no atiende la calidad; elimina la libre elección de los pacientes; desaparece el aseguramiento a la salud; se arriesga la gestión financiera; presenta mayores riesgos de corrupción; pone en peligro a los trabajadores de la salud y carece de aval fiscal para su sostenibilidad en el tiempo.

Pese a la experiencia política del ministro Jaramillo como diputado, representante a la Cámara, senador, gobernador del Tolima y secretario de Salud de Bogotá, se equivocó en materia grave al exigirle a los miembros de la Alianza Verde disciplina para perros en la votación de la reforma como retribución a la entrega de los cargos directivos del Sena y del Icetex, confesión que bordea el delito de cohecho, como en la Yidispolítica.

Las salidas en falso del ministro Jaramillo no terminan ahí. La desidia administrativa y la tramitología del Invima, acéfala hace meses, que ha generado escasez de fármacos; las destempladas declaraciones contra las compañías farmacéuticas; los equivocados anuncios de mayores controles de precios para abaratar el costo de los medicamentes, que agravarían su desabastecimiento y la inclemente e injusta batalla con la EPS Sanitas, dejan muy mal parado a un ministro peleador, que le importan muy poco los loables objetivos de la cartera a su cargo.

La gota que derramó el vaso fueron sus rabiosas declaraciones antivacunas en el seno de la Comisión Primera del Senado. Mientras manoteaba el pupitre parlamentario, el ministro Jaramillo señaló que “todos los colombianos que están vacunados contra el covid 19 sirvieron para el más grande experimento de la humanidad”. El ministro Jaramillo añadió que todas las vacunas, salvo la china Sinovac que él tenía, “entraron aquí sin permiso” Pese a su tardía retractación, quedaron en letra de molde sus extraviadas posturas, que le valieron el rechazo de la comunidad científica y la Procuraduría General, quienes le exigieron evitar el pánico y la crisis del sistema de salud.

¡Por dignidad, renuncie ministro! 

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co