Le llegó la hora al bravo pueblo para que promueva el cambio democrático del socialismo del siglo XXI antes de que disuelva la nación venezolana.
La Mesa de la Unidad Democrática de Venezuela, una alianza de organizaciones políticas de oposición al régimen autocrático, encabezado inicialmente por el comandante Hugo Chávez y ahora por el presidente Nicolás Maduro, convocó a la ‘Toma de Caracas’ para el primero de septiembre, jornada que califican como “en paz y por la paz”.
El llamado ciudadano a favor de esta gran marcha pacífica en Caracas, acorde con el Artículo 350 de la Constitución Bolivariana, pretende apuntalar el relevo del fallido régimen venezolano, inspirado en la Cuba comunista de los años sesenta, que además de violentar los valores, principios y garantías democráticas, menoscaba los derechos ciudadanos. La ‘Toma de Caracas’ procura exigirle al Consejo Nacional Electoral una fecha oportuna para la realización del referendo revocatorio y la consecuente convocatoria a nuevas elecciones democráticas.
En el evento en que el revocatorio se celebre después del 10 de enero del 2017, el vicepresidente escogido por el presidente Maduro terminaría su periodo en el 2019, con lo cual todo cambiaría para que todo siguiera igual: un país con presos políticos, censura de prensa, caos económico y social, despilfarro de recursos públicos y carencia de garantías para el usufructo y preservación de la propiedad privada; una país sin Estado de Derecho, ni separación de poderes públicos, que son la esencia de la democracia y el pluralismo político, ambos en su fase terminal.
Elías Pino Iturrieta, escritor, profesor e historiador venezolano, miembro de la Academia Nacional de Historia de Venezuela y director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello, asegura que la ‘Toma de Caracas’ es un hecho inédito en la historia de Venezuela: “no hubo marchas pacíficas contra Marcos Pérez Jiménez, no hubo marchas pacíficas contra Juan Vicente Gómez, no hubo manifestaciones espontáneas de la sociedad”. La ‘Toma de Caracas’ “no la manda un partido político, no la manda un líder, sino que es una expresión autónoma de la sociedad civil”. Su relievada importancia nacional y trascendencia continental se explican por la incesante búsqueda de nuevas salidas democráticas, con apego estricto a la Constitución, de cara a un Estado fracasado, que se encuentra al borde del colapso sistémico.
Pino sostiene que “la sociedad venezolana tiene que mostrar, vigorosamente, su presencia en la calle, en general, no solo ante el Gobierno, sino de cara a la comunidad internacional: se trata de una movilización perentoria, por lo cual es bien importante que se ratifique cómo la mayoría de los ciudadanos quiere el revocatorio, que se sepa y que se vea, sin lugar a dudas, cómo todos los venezolanos estamos dispuestos a participar en un cambio democrático y constitucional en el país. Esperemos entonces, una manifestación masiva. Estaremos todos presentes, por supuesto, por necesidad, por urgencia, porque se nos va a acabar la República”.
Le llegó la hora al bravo pueblo para que promueva el cambio democrático del socialismo del siglo XXI antes de que disuelva la nación venezolana.