Nunca antes tan pocos han hecho tanto daño a las relaciones internacionales de Colombia como ahora.
Desde tiempos inmemoriales, Colombia ha tenido, por lo general, más canciller que Cancillería. El país nacional y el país político recuerdan la figura y la gestión de ministros de Relaciones Exteriores de excelso desempeño como Alfonso López Michelsen, Alfredo Vásquez Carrizosa, Diego Uribe Vargas, Rodrigo Lloreda Caicedo y Carolina Barco Isakson.
En aquel entonces, los cancilleres sobresalían por encima de un ministerio con una escuela diplomática raquítica muy pobre en idiomas y desintonizada con los asuntos más apremiantes de las relaciones internacionales. Ahora estamos en el peor de los mundos, con un canciller, Álvaro Leyva Durán, focalizado de manera prácticamente exclusiva en un asunto que no es de su resorte -la paz total- y una Cancillería descuadernada y abiertamente desmotivada.
La realidad es que Leyva Durán está en el lugar equivocado, como en la propaganda de la ‘casita roja’ de Davivienda. Lo haría mejor como consejero de paz, habida cuenta de que su pasión, sus conocimientos y su relacionamientos personales tienen estrecha relación con el conflicto armado colombiano, hasta el punto que hace una década manifestó a voz en cuello que tenía ‘la llave de la paz’.
El balance de la misión de Leyva Durán al frente del ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia es pobre, e incluso, inquietante. La nota predominante de su gestión son la desarticulación de la política exterior, el desorden interno y la ausencia de liderazgo en los principales asuntos de su cartera. Laura Gil, hasta hace pocas semanas su viceministra de Asuntos Multilaterales, considera que Leyva Durán no es idóneo para el cargo por su carencia de conocimiento en relaciones internacionales. Tiene razón.
Los nombramientos políticos cercanos al Pacto Histórico en embajadas y consulados generales que no cumplen los requisitos exigidos, funcionarios pendientes de definición judicial o la designación de un ilustre desconocido sin experiencia pertinente al frente en la escuela diplomática de la Cancillería, confirman que en el ministerio priman el amiguismo y la ideología sobre los asuntos de interés nacional.
En ocasiones, el comportamiento en los foros internacionales de Leyva Durán colisiona con la majestad de tan importante cargo. Desde Bruselas, en un foro sobre la paz total en Colombia, el canciller manifestó delante de los embajadores latinoamericanos en Bélgica, importantes funcionarios de la Comisión Europea y de la sociedad civil, que si fuera indígena, “ya habría quemado el país”. Inquietante pensamiento para un jefe de la cartera de Relaciones Exteriores.
La cereza del pastel del desbarajuste de la política exterior de nuestro país es el resquebrajamiento de los sólidos, históricos y fraternos nexos con la nación amiga del Perú -provocado a ciencia y conciencia desde la Casa de Nariño- y orquestado con bombos y platillos destemplados desde la Cancillería colombiana.
Nunca antes tan pocos han hecho tanto daño a las relaciones internacionales de Colombia como ahora.
Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co
Hector Gutiérrez P
Todo lo que se busca en el actual gobierno, amañadamente pretende manejar cada actividad del País, para tratar de asegurarse su manejo presupuestal, de tal manera que se ordenen los gastos a dedo por los jefes allí nombrados por el gobierno y esto les garantice que los favorecidos con el amiguismo puedan mantener cautivos a los votantes y los que de ellos dependan por los favores recibidos. Solicitar funciones extraordinarias para el presidente solo busca que pueda ordenar arbitrariamente y a dedo, las acciones que manejan los recursos del Estado, sin problemas de fiscalización adecuada, amparados por los «micos» que logren introducir en las leyes. Todo lo anterior se acerca cada vez más a delitos que se quieren amparar torciendo la legislación Nacional, con el aval del Presidente, altos funcionarios del Gobierno y del Congreso que quiere pasar por ingenuo o sometido a ideologías fracasadas y populistas.