No cabe duda de que Iván Duque, del Centro Democrático, consolidó su liderazgo político al obtener 7’569.693 votos.

Después del fragor de la contienda política del pasado domingo, conviene hacer una pausa para evaluar, sosegadamente, lo ocurrido. Es indiscutible que la Registraduría Nacional le cumplió al país con una organización eficaz y transparente, digna de reconocimiento nacional e internacional, con lo cual fortaleció la democracia colombiana y disolvió las temerarias aseveraciones sobre un supuesto fraude electoral lanzadas al viento por Gustavo Petro, candidato de Colombia Humana, y del Movimiento Alternativo Indígena y Social, Maís.

Ahora bien, no cabe duda alguna que Iván Duque, candidato del Centro Democrático, consolidó su liderazgo político al obtener 7’569.693 votos y ganar, con amplio margen, el voto de opinión en 23 departamentos a lo largo y ancho del país. Gustavo Petro, por su parte, superó las votaciones anteriores de la izquierda con 4’851.254 votos y el predominio en 9 departamentos, suficientes para avanzar a la segunda vuelta y enfrentar a Duque por la presidencia de la República el 17 de junio.

Iván Duque adelantó una campaña admirable con su fórmula vicepresidencial, Marta Lucía Ramírez, apoyados en la coalición fraguada por los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, quienes los acompañaron en la consulta de marzo y en la primera vuelta presidencial. En su ponderado discurso del 27 de mayo, Duque definió sus propuestas en materia de corrupción, paz sin impunidad, seguridad, emprendimiento, impuestos, medioambiente, familia, salud y educación para “gobernar con todos y para todos”. Duque le reconoció a Germán Vargas Lleras su “programa riguroso y serio”. Duque invitó a Gustavo Petro a tener una “campaña en que se puedan confrontar ideas” y le recordó que “la esperanza está por encima de la lucha de clases”.

En agricultura, Duque confirmó que quiere “ser el presidente del renacer del campo colombiano, el presidente que despolitice todas las instituciones del sector rural, que se preocupe por tener un Banco Agrario que realmente llegue al pequeño productor”. La agenda rural estará “concentrada en bienes públicos, en vías terciarias, reservorios de agua, distritos de riego, centros de acopio, bancos de maquinaria, y sobre todo, en una relación fraterna entre el pequeño agricultor y la agroindustria, que promueva la inversión en el campo y genere empleo de calidad para derrotar la informalidad rural”. “Vamos a tener”, anunció Duque, “una política de tierras equitativa, de respeto por la propiedad privada y la tenencia de buena fe. Esta es la agenda que necesita el campo, en lugar de salir con el dedo expropiador para quitarles los bienes a unos y a otros”.

Duque cerró su intervención con grandeza: “nos une más la esperanza, que el resentimiento; nos une más el amor, que la venganza; nos une más el futuro, que el pasado; nos une más el optimismo, que la desesperanza; nos une más construir, que destruir, porque cuando se construye y no se destruye, el futuro es para todos. Por eso, quiero ganar el derecho de ser presidente y unir a Colombia”.

¡Así sea!