Un capítulo del libro ‘Reimaginando Colombia’ sobre cómo debe aportar el empresariado al desarrollo.
Por: José Alejandro Cortés*
10 de noviembre 2019 , 09:24 p.m.
Es difícil caer en cuenta de que uno está a punto de cumplir noventa años. No es que le tenga miedo a la muerte, ni que esté abrumado con la vejez. Para nada. De hecho, este momento sereno de la vida –en el que uno se vuelve más lento de movimientos, las facultades físicas van disminuyendo y se le empiezan a olvidar las cosas– me parece fascinante, pues es una etapa de profunda reflexión en la que uno se empieza a preparar para el final, sin dramas excesivos ni angustias innecesarias.
Pero hubo un tiempo en el que no pensaba así, por supuesto. Un tiempo abrumador en el que me paralicé, y no de forma metafórica: me paralicé físicamente. Quedé inmóvil a causa de una enfermedad conocida como síndrome de Guillain-Barré. Era 1969.
Tenía 39 años. No podía parpadear ni mover los ojos. Veía doble. Me costaba hablar. Perdí la movilidad de los brazos y las piernas. Lo único que funcionaba bien dentro de mi cuerpo era el cerebro. De resto, quieto. Fueron nueve meses de terror, en los que me tocó acostumbrarme a la inactividad total y, luego, aprender a mover, desde ceros, los dedos de las manos, las piernas, los ojos, los párpados…
En esos nueve meses me dediqué a lo único que mi cuerpo me permitía: meditar, reflexionar, pensar. ¿Y qué pensaba? Primero, que no me quería morir, que no podía dejar a mi esposa con siete hijos que no habían terminado de educarse, que me faltaba mucho tiempo para compartir con mis familiares y mis amigos. Pero también le dedicaba tiempo de introspección al grupo empresarial de la familia, el Grupo Bolívar, el mismo que –antes, durante y después de esa enfermedad– presidí durante más de cuarenta años.
Repasaba una y otra vez en la mente, con alguna profundidad filosofal, cuál era mi papel dentro de la organización y, sobre todo, qué le podía aportar yo como persona, como cabeza del grupo. Y siempre pasaban por mi cabeza dos palabras: ética y valores.
Desde entonces, estoy
convencido de que una cultura corporativa sólida definitivamente tiene
que estar estructurada con base en principios y valores éticos. Parece
lógico: que todas las empresas tengan una filosofía que llevan en su ADN
e implementan a diario, pero desafortunadamente no es así. Y es una
lástima porque esos valores y esa ética no solo le dan mucha solidez a
una organización, sino también mucha paz al alma de quienes trabajan en
ella.
Estoy convencido de que en Colombia necesitamos un cambio
de paradigma corporativo que nos ayude a adaptarnos a lo que nos
enfrentaremos dentro de diez, veinte o cincuenta años. Y ojalá entonces,
en medio siglo, podamos tener un país no solo más competitivo y
adaptado a las realidades empresariales y tecnológicas de ese momento,
sino también más consciente y más equilibrado para lograr el bienestar
general. ¿A qué me refiero? Principalmente, a que los sistemas de
atención, como la salud y las pensiones, tengan como base un equilibrio
financiero. Que los políticos no ofrezcan toda clase de ideas nuevas,
que suenan una maravilla en el discurso pero, en la realidad, lo único
que hacen es generar un desbalance social y económico, y poner en riesgo
no solo la plata y la salud, sino también el bienestar de todos. (…)
Renovar
Comulgo
fervientemente con la idea de la competencia. Soy un creyente, casi un
fanático, de la competencia. Mientras haya normas muy estructuradas y
justas, mientras haya rivales combativos y dispuestos a seguir las
leyes, sin trampas ni atajos ventajosos, me encanta competir. (…)
En
el tema empresarial, debemos preguntarnos cómo vamos a lidiar con las
nuevas formas de competencia, qué nuevos productos le vamos a ofrecer al
mercado, qué investigaciones debemos hacer para ser mejores cada día,
de qué manera vamos a ser eficientes al implementar esas nuevas
tecnologías. Porque si bien ha habido un avance significativo en esos
aspectos durante los últimos años en el país, todavía nos falta y mucho.
Pero
eso no es todo: una empresa moderna y actual debe tener en cuenta los
temas medioambientales y sociales, porque uno no puede entrar a
desarrollar grandes compañías y grandes fortunas mientras la gente se
está muriendo de hambre, o mientras acaba indiscriminadamente con el
planeta. Es muy importante adoptar una concientización en este sentido,
para lograr un desarrollo sano y sostenible a largo plazo.
(…)
Veo
con preocupación que plataformas digitales como Google, por poner un
ejemplo real, tienen la capacidad de prestar servicios financieros de
manera eficiente y efectiva, sin necesidad de ser un banco, sin hacer
préstamos ni manejar dinero. Es cierto que nosotros tenemos herramientas
que ellos no pueden proporcionar, pero nos debería preocupar. Tenemos
que transformarnos rápidamente y concebirnos como una empresa de
tecnología, centrada en la digitalización y robotización, que presta
servicios financieros, y no al revés. Eso sí, tenemos que seguir
prestando el servicio con altísima calidad, como lo venimos haciendo
hace décadas. Es decir, debemos invertir las prioridades para estar al
día, pero sin perder la calidad del servicio.
Disciplina y unidad
Me
encantaban –y me encantan todavía– los deportes. Practiqué natación,
atletismo, fútbol, hasta ajedrez, y recibí un montón de medallas. Pero,
sin duda, mi deporte preferido siempre ha sido el tenis. He sido tan
fanático que no solo he recorrido el mundo viendo torneos fantásticos,
con los mejores jugadores, sino que después de cumplir 80 años seguí
jugando a diario, aunque no con la destreza de antaño. (…)
El
tenis me enseñó mucho. Me enseñó a madrugar para practicar, me enseñó
que uno puede equivocarse mil veces antes de hacer un golpe perfecto, me
enseñó que sin disciplina y sin sudor es imposible lograr un objetivo,
me enseñó que los verdaderos triunfos llegan después de años de trabajo
honrado y sacrificado. Y si uno se pone a mirar, en eso he basado mi
vida profesional: en madrugar a la oficina, en equivocarme mil veces
hasta lograr un objetivo, en ser disciplinado y entregado, en trabajar
con honestidad.
Una empresa moderna y actual debe tener en cuenta los temas medioambientales y sociales
Pero, ojo, el tenis es,
generalmente, un deporte individual; por eso, practicar otras
disciplinas también me ayudó a desarrollar una conciencia del trabajo en
equipo. Lo he dicho millones de veces: para ser un buen jefe es clave
trabajar con los demás, no sentir que uno puede solo con toda la carga.
Además,
en empresas grandes, como son hoy las nuestras, la mayor parte del
trabajo lo hacen, cómo no, los empleados, los trabajadores. Entonces,
¿qué es lo más importante? Armar un buen equipo. Conformar un grupo de
gente capaz, comprometida, educada; gente de la que uno pueda aprender,
gente que ojalá sepa más que uno. Y no lo digo solo para los empleados
que están en cargos directivos. El equipo somos todos –del más alto al
más bajo y viceversa– y, en ese orden de ideas, debemos tener el mismo
grado no solo de compromiso, sino también de satisfacción. Hay que
dignificar al trabajador, no importa el cargo que ocupe.
Revitalizar la educación
Para
nadie es un secreto que el tema de la educación es muy importante para
Colombia y atraviesa todos los aspectos del país. Por eso creo que, de
cara al futuro, hay muchas cosas que debemos mejorar y, sobre todo,
priorizar. Estuve investigando la cantidad de gente que ingresa a las
universidades para seguir carreras que no tienen mucha demanda y, a
decir verdad, el número es impresionante. En cambio, son pocos los que
quieren estudiar temas novedosos, atractivos, bien remunerados y
necesarios para pensar hacia adelante, que son los que verdaderamente
tienen salida en el mundo laboral actual. Me refiero a todo lo que está
relacionado con la digitalización del mundo y de la economía, por
decirlo de alguna manera no muy técnica.
No hay ingenieros de
datos. No los suficientes, por lo menos. Y los necesitamos de manera
urgente para analizar la información que proviene, ahora, de centenares o
miles de fuentes. Es absolutamente indispensable para el futuro
inmediato y de largo plazo del sector empresarial en Colombia.
El
problema es que, a veces, no avanzamos porque tenemos el cerebro
encasillado, como consecuencia del proceso de formación de cada uno de
nosotros. Nuestro camino educativo es muy estructurado, muy tradicional.
(…) Tenemos que dejar atrás las ideas costumbristas y obsoletas, las
ideas trasnochadas y trajinadas; tenemos que dejar de tragar entero para
darle paso a nuestro lado más creativo e innovador; tenemos que ser
diferentes para entender cómo vamos a enfrentar el futuro con éxito.
Fortalecer la solidaridad
Explico
mi último tema con un ejemplo. Una de nuestras empresas en el Grupo
Bolívar se dedica a la construcción, pero tenemos una contradicción, de
la que me hizo caer en cuenta hace poco el actual presidente de la
compañía. Resulta que muchos de los queridos obreros que construyen
nuestros edificios y nuestras casas, esos que levantan ladrillo a
ladrillo no solo nuestras edificaciones, sino también nuestro futuro
como empresa, no tienen vivienda propia. Es decir, nuestro personal que
hace casas generalmente no tiene casa. Esa es una tremenda dificultad.
Como empresarios, como dirigentes, tenemos que buscar soluciones para su
bienestar. Esa es la esencia del trabajo en equipo. Es más, me atrevo a
decir que esa es la esencia del trabajo en general: la solidaridad.
(…)
La idea es trabajar desde el empresariado para buscar el
desarrollo de todo el país. Mejor dicho, trabajar sin descanso para
ayudar a la gente y salir adelante todos juntos. Aportar. Esa es parte
de la solución. Y que, entre todos, por poner uno de cientos de
ejemplos, pensemos en cómo hacer para que, en el mediano plazo, a ningún
obrero le haga falta una casa propia donde descansar al terminar la
jornada.
Quisiera terminar por donde empecé: por ese síndrome de
Guillain-Barré, que me tuvo postrado durante nueve meses en cama,
pensando en la posibilidad de la muerte. Recuerdo que un día, en medio
de una crisis, oí que una enfermera gritó “se murió”, y mi esposa salió
corriendo desesperada a llamar a un médico.
En ese momento me
desconecté del mundo, pero tenía unas ganas infinitas de vivir, de
luchar, de no dejarme ir. Hoy las energías no son las mismas. Disfruto
mucho más del reposo obligado de la vejez y ya no le tengo miedo a la
muerte. Pero sí quisiera ver en las nuevas generaciones esas ganas de
vivir, de competir, de superar las adversidades con la fortaleza y la
inteligencia que yo tenía en ese momento. Y, sobre todo, quisiera ver
generaciones capaces de trabajar unidas para hacer de Colombia el país
grande, digno y competitivo que todos soñamos.
JOSÉ ALEJANDRO CORTES
EXPRESIDENTE DEL GRUPO BOLÍVAR*Este texto hace parte del libro Reimaginando Colombia, de Editorial Planeta.