Después de la pandemia del coronavirus, los seres humanos debemos vencer nuestros miedos y perseguir, solidarios, nuestra esperanza.
En una imagen soberbia, inédita e histórica, el Papa Francisco aseguró desde la majestuosa Plaza de San Pedro en Roma el Viernes Santo, en piadosa y compungida soledad, que toda la humanidad está “en la misma barca” intentando superar la tormenta en un mar tempestuoso que desencadenó la pandemia del coronavirus, para lo cual, añadió, es necesario “remar juntos”.
El Pontífice señaló con sabiduría que la crisis mundial desatada por el incontenible avance de la pandemia evidencia “un vacío desolador que arrasa con todo a su paso” y que “los seres humanos han descubierto que no pueden seguir cada uno por su cuenta, sino sólo juntos y que nadie se salva solo”.
Como decía Benavente, “la vida es como un viaje por mar. Hay días de calma y de borrasca. Lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco”, pues cuando el agua sube, el barco también. En otras palabras, frente a la pandemia de nuestro tiempo, las facultades personales y empresariales se agudizan; el ingenio y la inteligencia colectiva superan las dificultades y transforman las adversidades en ventajas, especialmente si todos ponen, cada cual según sus posibilidades.
Desde la revolución agrícola, la domesticación de animales y plantas de hace 12.000 años, la humanidad ha sido asolada por pestes, plagas y pandemias. Entre una y otra, los diversos asentamientos humanos no han claudicado ante las calamidades, a sabiendas de que las vencemos o nos vencen.
En la antigüedad, su aparición era reflejo de la ira divina como un castigo individual o colectivo por los pecados cometidos.
El Antiguo Testamento, La Ilíada y La Historia de la Guerra del Peloponeso narran los horrores de estas enfermedades, que ni el temor a Dios o el poder del hombre podían contener.
Después de la devastación social y económica, surge un nuevo mundo. La plaga Antonina de los años 165-180 dejó regados un millón de muertos, pero abrió el camino para el inicio de la consolidación del cristianismo como religión monoteísta.
La peste negra –o bubónica–, la pandemia más devastadora en la historia de la humanidad, acabó con la vida del 60 por ciento de la población europea entre los años 1347 y 1351.
Esta pandemia -del griego pan (totalidad) y dem (pueblo)- se tradujo en el ocaso de la Edad Media y el advenimiento del Renacimiento, caracterizado, en opinión del historiador suizo, Jacob Burckhardt, por el surgimiento de la modernidad, el nacimiento de la concepción de Estado y el florecimiento de la arquitectura, las artes y las letras entre el siglo XIV y mediados del siglo XVI.
A pesar de que la pandemia o gripe española de 1918 se tradujo en la muerte de 50 millones de personas, no fue obstáculo para la llegada posterior de la euforia y la confianza en el sistema capitalista de los años 20.
Después del coronavirus, debemos vencer nuestros miedos y perseguir, solidarios, nuestra esperanza.
Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
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