Los hechos violentos pueden entorpecer la vida cotidiana de la fuerza laboral, interferir el transporte público y trabar las cadenas de suministro.

Existe consenso en torno al hecho de que mayores niveles de productividad permiten impulsar el crecimiento económico y el bienestar de la población. Lo contrario también aplica. En Colombia, según el Consejo Privado de Competitividad, la productividad crece a un ritmo lento desde el 2000, cercana al 0,4 por ciento anual. Este factor contribuye a explicar el mediocre desempeño de nuestra economía, muy por debajo de su potencial.

Para estudiar los principales determinantes de la productividad empresarial en Colombia, Camila Casas, del Banco de la República y Jorge Balat, de la Universidad de Texas, publicaron una interesante investigación en la serie de Borradores de Economía 2018, del Emisor, intitulada ‘Firm Productivity and Cities: The Case of Colombia’.

El análisis se enfoca exclusivamente en la productividad de las empresas manufactureras, consideradas fundamentales para el desarrollo de las ciudades. Para ello, los autores utilizan técnicas avanzadas de organización industrial y datos detallados a nivel empresarial en 156 municipios del país. El estudio es original, pues busca explicar cómo las empresas se ven afectadas por los factores propios de las ciudades, que generalmente son soslayados por la literatura de economía urbana.

Casas y Balat examinaron cómo la escala global de las principales capitales en Colombia, la especialización y la seguridad afectan la productividad empresarial, cuyos resultados cualitativos se pueden extrapolar al agro y los servicios. Los principales resultados del estudio son los siguientes: las economías de escala no parecen afectar la productividad. La especialización tiene efectos positivos en la productividad, que oscilan entre el 2 y el 4 por ciento. En materia de seguridad, los autores sostienen que los hurtos y asaltos violentos contra la población y las organizaciones crean un clima que no es propicio para los negocios y, que, por tanto, impactan adversamente la productividad.

En efecto, las empresas en nuestro país se ven forzadas a destinar recursos significativos para proteger sus instalaciones, en detrimento de mayores inversiones en su aparato productivo. De hecho, en Colombia es extremadamente raro que una compañía –independientemente de su tamaño– no tenga seguridad privada, lo cual encarece los costos domésticos, carga adicional que no existe en firmas similares en otros países.

Resulta evidente que los hechos violentos pueden entorpecer la vida cotidiana de la fuerza laboral, interferir el transporte público y trabar las cadenas de suministro; en general, pueden perturbar la interacción económica y social, como ocurre actualmente en Bogotá y Barranquilla. Los efectos acumulados de estos nefastos hechos se traducen en menores niveles de productividad empresarial.

Los autores comprueban que la violencia urbana conduce a una menor productividad. En particular, un incremento en la tasa de atracos provoca una disminución del 3,9 al 5,2 por ciento en la productividad de una empresa. Del mismo modo, un ataque terrorista produce una disminución adicional en la productividad, que varía entre 1,5 y 2 por ciento.

¡En Colombia, la especialización y la seguridad ciudadana equivalen a mayor productividad empresarial!