La caída libre de las exportaciones colombianas continúa a un ritmo alucinante. De acuerdo con el Dane, las exportaciones totales pasaron de 9.493 millones de dólares en el primer trimestre del 2015 a 6.470 millones de dólares en igual periodo del 2016, con lo cual la disminución fue de 3.023 millones de dólares, equivalente al 33,4 por ciento. La totalidad del desplome comercial se atribuye al mal comportamiento de las exportaciones tradicionales (café, petróleo y sus derivados, carbón y ferroníquel), las cuales agrupan el 57 por ciento del total exportado.
Las exportaciones no tradicionales explican el 43 por ciento restante, las cuales mantienen su ritmo descendente, al pasar de 3.073 millones de dólares a 2.814 millones de dólares en el periodo mencionado, correspondiente a una merma del 8,4 por ciento. En volumen –la prueba ácida–, el derrumbe comercial en el primer trimestre de este año fue de 4 millones de toneladas, equivalente al 11,9 por ciento, derivado del descenso de los envíos de hidrocarburos y carbón. Las exportaciones no tradicionales se descolgaron en 3,3 por ciento.
Las razones del desfallecimiento comercial del país son complejas. Es forzoso reconocer que durante los últimos seis años, la prioridad gubernamental ha sido la reducción arancelaria para promover desaforadamente las importaciones, modelo que ha configurado el mayor sesgo antiexportador de la historia nacional. Hace meses, se encuentra en remojo otra rebaja arancelaria, que de concretarse, agravaría aún más el preocupante déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos del país, que según el Banco de la República, será de 15.948 millones en dólares en el 2016; esta cifra corresponde al 5,9 por ciento del PIB, el nivel más alto del mundo entre las economías de tamaño similar o superior.
Asimismo, el sesgo anti-exportador se evidencia en el análisis efectuado por el Centro de Comercio Internacional, con el apoyo de la Universidad del Rosario, el Reino Unido y la CAF. Este estudio concluye que el 42 por ciento de los empresarios nacionales enfrentan restricciones no arancelarias. En el 65 por ciento de los casos, los escollos son de procedimiento oficial, representados por las inspecciones antitécnicas que realizan la Dian y la Policía Antinarcóticos a las exportaciones y por los requisitos y las certificaciones exigidas para exportar por el Ministerio de Medio Ambiente, el ICA y el Invima. A los anteriores obstáculos se suman el cierre del Centro de Aprovechamiento de los TLC y el freno oficial al Plan Vallejo, las zonas francas y las comercializadoras internacionales.
Ahora lloramos por el quebranto de las exportaciones del sector minero-energético. En cinco años, nadaremos en un mar de lágrimas cuando el país comience en forma a importar gasolina, acpm y petróleo crudo para mantener prendida a Reficar. El desolador panorama comercial del país debería encender las alarmas e incentivar el desarrollo integral de una política inteligente de fomento a las exportaciones de bienes, servicios y mercados, antes de que sea tarde.