La crisis ministerial del desgobierno Petro sirve de telón de fondo para los profundos cambios que se avecinan en la forma de hacer política.
La primera crisis ministerial del desgobierno de Gustavo Petro sirve de telón de fondo para los profundos cambios que se avecinan en la forma de hacer política en Colombia.
Uno de ellos se deriva de la infausta entrega de las banderas conservadoras a Petro a cambio de puestos y canonjías, que dejaron al partido de Caro y Ospina con el pecado y sin el género, con la ignominia burocrática y la mendicidad presupuestal.
Por fortuna, el trabajo tesonero del expresidente Andrés Pastrana abre un espacio para el reverdecer del conservatismo en Colombia. Con el resurgimiento de la personería jurídica de la Nueva Fuerza Democrática -movimiento que nació al interior del Partido Conservador en 1990, y que, a la postre, le permitió a Pastrana llegar a la presidencia de Colombia-, se vislumbra la renovación de la política conservadora en nuestro país.
Es previsible que todos aquellos que se sientan incomodos, indignos, por la actitud genuflexa del conservatismo en la disímil coalición de gobierno, abandonen el Partido Conservador, y en consecuencia, dejen la coalición de gobierno para unir fuerzas en torno de un ideario conservador, que le de prevalencia a los intereses nacionales sobre las cuotas burocráticas. La Nueva Fuerza Democrática podría contribuir de manera decisiva en la consolidación de un movimiento electoral y de oposición, actuante y vigilante, durante la administración Petro, que por cierto, el país necesita ahora más que nunca.
El otro hecho de trascendencia nacional es el regreso a la arena política de Germán Vargas Lleras, líder natural de Cambio Radical. Vargas Lleras es el único de los políticos actuales elegibles con caudal electoral propia para ser considerado por todos como un verdadero estadista. Eso es Vargas Lleras, un estadista, persona con gran saber y experiencia en los asuntos de Estado, como lo define la Real Academia de la Lengua Española. Propios y extraños le reconocen esta condición, así le tengan inquina personal por la sombra que proyecta sobre sus contradictores.
La obra de gobierno de Vargas Lleras como vicepresidente de la República resultó ser monumental. Aristóteles decía que el primer deber de un hombre de Estado es conocer la Constitución y aplicarla. Su gestión, admirable, hizo lo propio, con respeto, en todo momento, por las normas superiores que rigen el Estado social de Derecho.
Ortega y Gasset clasificaba a los gobernantes en estadistas, escrupulosos o pusilánimes. Vargas Lleras es un estadista riguroso, como lo demuestran sus propuestas y ejecutorias de política pública y social, su verbo y su oratoria. Vargas Lleras es, además, escrupuloso con la cosa pública. Las pruebas están al canto.
Cierto, Vargas Lleras tiene carácter. Nadie osaría llamarlo pusilánime. Todo lo contrario, su determinación y pulcritud al frente de los sagrados recursos del erario público lo convierten en una luz de esperanza en este Mar de los Sargazos de la administración Petro.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
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