El proyecto neopopulista y disolvente colombiano busca la ruptura del orden establecido y sus compromisos con el régimen democrático.
Durante las dos primeras décadas del siglo XXI, hemos sido testigos de excepción del surgimiento de la izquierda en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela. A diferencia de los movimientos marxistas de los años sesenta y setenta, para las nuevas tendencias de izquierda el sufragio es concebido como el mecanismo idóneo para acceder a los cargos del poder público y llevar a cabo su agenda refundacional del orden establecido. Las victorias electorales de Hugo Chávez en Venezuela en 1999 y de Lula da Silva en Brasil en 2002 configuraron la avanzada de la transformación del mapa político latinoamericano manipulado desde el Foro de Sao Paulo, concebido por Fidel Castro hace 30 años.
De manera sagaz, estas colectividades políticas acogieron el sugestivo rótulo de progresistas, como si fueran de ideas y actitudes avanzadas. La realidad es muy distinta. Estas agrupaciones son disolventes, como las denomina el político conservador, Carlos Holguín Sardi, es decir, que buscan la ruina o la anulación plena del establecimiento. Las victorias electorales alcanzadas por estas corrientes disolventes en la región, fraguadas en los albores del presente siglo, les permitió colocarse en mejor posición que sus antecesores para emprender cambios estructurales de la arquitectura del Estado en armonía con sus objetivos de construcción del statu quo.
Para ello, apelaron, incluso, a los mecanismos legales como la asamblea nacional constituyente, el plebiscito y el referéndum, potestades constitucionales mezcladas con la exacerbación de la protesta social para imponer su agenda, alcanzar y mantenerse en el poder.
Para entender su origen ideológico, hay que mencionar a Antonio Gramsci, filósofo, político y sociólogo italiano nacido en Cerdeña en 1891. Gramsci, fundador del Partido Comunista italiano, sintetiza su pensamiento en esta frase: “La conquista del poder cultural es previa al poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Contrario a los otros marxistas de su época, Gramsci le otorgó preponderancia al tema cultural más que al económico o político. De hecho, sus aportes ideológicos sirvieron para propagar el eurocomunismo.
La estrategia refundacional de las doctrinas disolventes se presenta en el país como salida a los apuros sociales y económicos, pero en el fondo pretende erigir una nueva comunidad política de ideología marxista con un claro sesgo anti-empresarial, la cual persigue el control de la educación, las cortes, los medios de comunicación y los centros de pensamiento. La pandemia ha sido caldo de cultivo pa- ra promover la otra cara de la moneda, la estatización de la economía y el aumento de la dependencia en la mano visible del Estado.
El proyecto neopopulista y disolvente colombiano busca la ruptura del orden establecido y sus compromisos con el régimen democrático, que es necesario desenmascarar públicamente y contrarrestar con firmeza y convicción en todos sus frentes.
Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
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