Su distribución abierta y sin condicionantes de recursos marca el final de los préstamos estructurados para apoyar las crisis de balanza de pagos.

La Conferencia de Bretton Woods de julio de 1944 congregó a los delegados de 44 naciones aliadas de Estados Unidos con el propósito de regular el sistema monetario, financiero y de comercio mundial. De sus deliberaciones surgió la necesidad de crear el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, organismos multilaterales que han sobrevivido a pesar de los profundos cambios observados desde entonces en la economía global.

Desde sus orígenes, los recursos del FMI puestos a disposición de los miembros que experimenten dificultades en sus balanzas de pagos han estado sujetos a fuertes condicionamientos de política pública. Estos condicionantes han sido duramente criticados por la falta de conexión con la realidad económica del momento y su impacto real, usualmente recesivo. Hasta principios de los años ochenta, la condicionalidad del FMI se centraba en medidas de política macroeconómica. En los últimos años, para responder a sus detractores, el FMI adoptó una postura más flexible en el diálogo con los países miembros sobre temas relacionados con la reforma estructural de sus economías. En particular, en el 2009 se dejaron sin efecto los duros criterios de ejecución que le ponían una camisa de fuerza a los ministros de Hacienda. Posteriormente, otras pautas fueron revisadas para incluir en la condicionalidad los objetivos de creación de empleo, crecimiento económico y asistencia técnica en el diseño de los programas gubernamentales.

El ‘Financial Times’ sostiene que el FMI actualmente sufre de una ‘crisis de identidad’. Su papel tradicional como prestamista de última instancia concebido para apoyar a los miembros con dificultades en la balanza de pagos ha sido usurpado por los bancos centrales, que han inyectado billones de dólares y de euros en los mercados financieros internacionales. Primero, a raíz de la crisis financiera del 2008 y ahora para enfrentar los rigores de la peor pandemia de nuestro tiempo. Como dice un experto en información privilegiada del FMI citado por el Financial Times: “Los bancos centrales nos han hecho quebrar”.

Durante la pandemia, el FMI brindó asistencia de emergencia y bajos montos a 100 economías, pequeñas y pobres. El cambio más importante con respecto al papel habitual del FMI como prestamista de última instancia fue proporcionar liquidez de emergencia a todos sus miembros con la creación y distribución, en septiembre pasado, de 650 mil millones dólares en Derechos Especiales de Giro, DEG, una emisión de cuasi-moneda de balde para cualquier propósito. Colombia recibió estos recursos por un valor de US$2.790 millones, que fueron utilizados para reforzar la liquidez del Gobierno, atender las necesidades de la pandemia y mejorar el perfil de la deuda interna.

La distribución abierta y sin condicionantes de recursos del FMI marca el final de los préstamos estructurados para apoyar las crisis de balanza de pagos, y con ello, la razón de ser de este vetusto organismo internacional.

ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co