Desde la Plaza de Bolívar, en medio del lanzamiento de la alocada consulta popular, Petro hizo un llamado al pueblo a rebelarse.

El término populismo se deriva del latín populus, el pueblo. Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra populismo es una tendencia política usada para atraer a las clases populares. Ahora bien, la palabra democracia, de origen ateniense, no es otra cosa que el poder del pueblo, la única fuente legítima de autoridad. La habilidad de los populistas es hacerle creer al pueblo, a las clases populares, que ellos son la verdadera representación del pueblo, del pueblo en democracia. La contradicción es evidente. De un lado, la democracia es el poder de todos, del pueblo. Del otro, el populismo es el poder de uno, el autócrata, que se arroga la representación popular.

Jan-Werner Müller, profesor alemán de ciencias políticas de la Universidad de Princeton, argumenta en su innovador libro, ¿Qué es populismo?, que la esencia del populismo reside en el rechazo del pluralismo político. Los populistas siempre afirman que ellos, y solo ellos, representan al pueblo y sus verdaderos intereses.

Para Müller, un populista se define como aquel que no acepta a sus contradictores políticos como parte del pueblo. Si obtienen suficiente poder, sostiene Müller, los populistas acabarán creando un Estado autoritario, que excluye por completo a quienes no consideran del pueblo.

Yuval Noah Harari, israelí, escritor afamado y profesor distinguido de la Universidad de Cambridge, considera con sobradas razones en su libro, Nexus, que el populismo quebranta la democracia al pregonar que solo los populistas representan al pueblo. De hecho, los Parlamentos son elegidos por el pueblo y ejercen su función legislativa en su representación, en defensa de la Constitución y el interés nacional. Esta es la razón por la cual los populistas como Gustavo Petro enfilan sus inclementes baterías de desprestigio contra el Poder Legislativo para alzarse como la única fuente de autoridad.

Como afirma Harari, el hecho de que la democracia se origine en el pueblo, ello no anula la validez de otras fuentes alternativas de poder. Este es el caso de la Rama Judicial, que un populista como Petro trata con desdén, desconoce sus fallos proferidos en nombre del pueblo y trata como un contradictor que no facilita el cambio, que supuestamente el pueblo votó en las urnas.

Harari argumenta que el populista sospecha de toda institución independiente que se oponga, critique o se le atraviese a la voluntad del pueblo. La realidad colombiana, tan interesante y convulsa al mismo tiempo, evidencia que a Petro le molestan el Congreso, las Cortes, los medios de comunicación, los empresarios y los gremios, que en desarrollo de sus mandatos constitucionales, legales y misionales, manifiestan abierto desacuerdo con su mandato.

Desde la Plaza de Bolívar, en medio del lanzamiento de la alocada consulta popular, Petro hizo un llamado al pueblo a rebelarse. Debería, sí, alzarse, pacíficamente, pero contra el populismo petrista.

ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
​Miembro del Consejo Directivo del ICP.
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