La plataforma tecnológica de Uber representa lo mejor de la economía digital de nuestro tiempo. Concebida por Travis Kalanick y Garrett Camp en San Francisco, California, como una solución a los recurrentes problemas para conseguir un taxi en París, Uber tiene actualmente presencia en 505 ciudades alrededor del mundo. 

En tan solo seis años, Uber ha modificado la logística del transporte urbano a nivel global de manera sorprendente y poderosa. Para hacer uso del sistema solo se requiere instalar la aplicación de Uber en un teléfono inteligente, completar tres datos –nombre, celular, dirección de correo electrónico–, agregar una tarjeta de crédito y la red estará lista para prestarle el mejor servicio de transporte urbano. 

 

Resultan verdaderamente notables la sencillez de su aplicativo, la identificación en tiempo real, vía GPS, del sitio donde se encuentra el vehículo que le prestará el servicio, la posibilidad de comunicarse con el conductor por celular, el envío del recibo de pago por internet con la tarifa y el recorrido realizado, además de la limpieza y la seguridad de sus vehículos, la amabilidad y el profesionalismo de sus choferes, quienes siempre lo llevan a su destino en el menor tiempo posible, indicando con precisión la hora estimada de llegada.

Uber, con presencia comercial en Bogotá desde el 2014, es una competencia formidable; su base tecnológica le ha permitido llenar el vacío originado por las graves falencias del transporte tradicional de los 51.628 taxis amarillos que ruedan a diario por la urbe como piezas desarticuladas de un engranaje analógico y se rehúsan a mejorar sus servicios.

De acuerdo con la Secretaría de Movilidad de la capital, las principales quejas de los usuarios contra los taxis amarillos son la adulteración de los taxímetros (escamoteo al menudeo), la conducción peligrosa (en el primer semestre de este año, 3.581 accidentes de taxis causaron 31 muertos y 886 heridos) y la negativa a prestar el servicio de transporte (‘para allá no voy’). A lo cual es preciso agregar el peligroso e ilícito gemeleo de placas, los infames paseos millonarios y la violencia física injustificada contra varios de los 60.000 conductores asociados a Uber. 

A pesar de lo anterior, el Ministerio de Transporte, la Superintendencia de Puertos y Transporte y la Dirección de Tránsito y Transporte de la Policía Nacional anunciaron, sin mencionar a Uber, la implementación de un ‘plan de choque’, con sanciones ejemplarizantes para todos aquellos que quebranten o faciliten la violación de las normas vigentes para la prestación del servicio de transporte individual de pasajeros, incluyendo los servicios que utilizan plataformas tecnológicas que no estén habilitadas para la prestación del servicio público individual de transporte. 

Sería lamentable que el Estado abandonara los principios constitucionales de la libre empresa y los beneficios de la economía digital. Por el contrario, las ciudades colombianas deberían seguir el ejemplo de San Francisco y apoyar, sin reservas, el transporte multimodal que incluya el servicio de Uber.