La prensa nacional e internacional le restó toda importancia a la reunión del Movimiento de Países No Alineados realizada el fin de semana pasado en Caracas. Este es el último encuentro que organiza Venezuela bajo su presidencia antes de transferirla a Azerbaiyán durante la Cumbre de Bakú, prevista para octubre de 2019. El Movimiento tiene sus raíces en la Conferencia de Bandung, celebrada en Indonesia en 1955, que reunió a 29 gobernantes y celebró su primera Conferencia en Belgrado -antigua Yugoslavia- en 1961 durante el régimen dictatorial del mariscal Tito a la que asistieron 29 países, que se oponían al sistema colonial de la época. Cuba fue el único país de América Latina que participó en calidad de miembro permanente de este grupo, que hace décadas perdió su razón de existir.

Ciertamente, el Movimiento de Países No Alineados es una pieza de museo, anacrónica y decadente, proveniente de la desaparecida Guerra Fría, particularmente después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y de la disolución de la antigua URSS en 1991. Sin embargo, la autocracia represiva venezolana de Nicolás Maduro utiliza esta importante agrupación de países para afianzarse a nivel global y polarizar a la comunidad internacional contra Estados Unidos, aprovechando que los 120 países que la integran representan dos tercios de la ONU y albergan el 55% de la población mundial. Colombia, que ingresó al Movimiento en calidad de observador en 1974 y se convirtió en miembro permanente en 1983, debería marginarse diplomáticamente.

Paradójicamente, la reunión ministerial se instaló en Venezuela bajo el lema “Promoción y consolidación de la paz a través del respeto al derecho internacional”, país autocrático que pisotea el Estado de Derecho y constriñe con violencia la democracia y las libertades ciudadanas. En el seno del Movimiento no entienden que la diferencia entre el capitalismo democrático y el socialismo venezolano de inspiración cubano-castrista es el derecho de propiedad, que desapareció hace años en el vecino país, como lo hicieron la libertad en el sentido más amplio de la palabra y la independencia de los ciudadanos venezolanos.