Durante años, los ambientalistas han convencido a los políticos de los países desarrollados que tienen industrias de fabricación de vehículos con presencia global para que reconviertan sus modos de producción de combustión y los reemplacen por motorización eléctrica. Los generosos subsidios estatales en China, Estados Unidos y Europa, principalmente, permitieron el acelerado impulso de la industria de vehículos eléctricos, que son muy costosos y tienen cuestionables beneficios para el medio ambiente. Una industria que, por estas razones, podría tener sus días contados.

Los vehículos eléctricos dependen del costo, la duración y la sostenibilidad ambiental de sus baterías, que son el corazón de la nueva industria automotriz.

Las baterías eléctricas son caras, con un costo promedio que puede variar entre el 15% y el 45% del valor del vehículo.

Desde el punto de vista económico, su rentabilidad depende de la permanencia de los subsidios estatales para el uso de esta tecnología, que tienden a desaparecer en las naciones fabricantes avanzadas, incluida China, que domina el 60% del mercado mundial.

La vida útil de las baterías fluctúa entre 7 y 10 años, con un elevado costo de reposición, que podría comprometer la vida útil de estos coches después de una década de uso.

La huella de carbono de las baterías es negativa durante los primeros siete años, precisamente cuando empieza a decaer su utilidad.

La vida útil de las baterías fluctúa entre 7 y 10 años, con un elevado costo de reposición, que podría comprometer la vida útil de estos coches después de una década de uso.

La huella de carbono de las baterías es negativa durante los primeros siete años, precisamente cuando empieza a decaer su utilidad.