El presidente de China busca reescribir la historia, posar de vencedor y consolidarse como un guardián del orden internacional de la posguerra.
La tercera Ley de Newton establece que toda acción genera una reacción de igual magnitud, pero en sentido contrario. El 2 de abril, bautizado por el presidente estadounidense, Donald Trump, como el ‘Día de la Liberación’ de las barreras comerciales aplicadas por otros países a Estados Unidos, el mundo conoció el anuncio de imposición unilateral de aranceles recíprocos universales.
Desde entonces, Washington ha adelantado numerosas negociaciones bilaterales con sus principales socios. En la práctica, la nueva política comercial de EE. UU.deja atrás la Organización Mundial de Comercio, OMC, que desde 1995, ha regido las negociaciones multilaterales, la solución de diferencias, el comercio y las inversiones de bienes, servicios y propiedad intelectual.
A comienzos de este mes, China promovió en Tianjin -antigua ciudad ubicada al norte de Pekín- una reunión de dos días de la Organización de Cooperación de Shanghái, la más grande del mundo, creada en 2001 como un contrapeso a EE. UU. y a la OTAN. Desde allí, el líder chino Xi Jinping, con la participación del primer ministro de la India, Narendra Modi, anunció una “iniciativa de gobernanza global”, basada en principios como la “igualdad soberana”, el “estado de derecho internacional” y el “multilateralismo”.
La iniciativa china es la cuarta de una serie de políticas regionales, que abarcan el desarrollo, la seguridad y la civilización. A pesar de que la propuesta china está redactada de forma genérica e imprecisa, no cabe duda de que busca erosionar el dominio de la potencia global de posguerra, USA, y atraer a los países en desarrollo, incluidas las naciones de Latinoamérica.
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, calificó los resultados de esta reunión como simples enunciados; y aprovechó para calificar a China e India de “malos actores”, que estaban “alimentando la maquinaria de guerra rusa”.
El segundo acto del ajedrez político global de Xi se evidenció con motivo de la celebración del 80º aniversario de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Desde Pekín, Xi, en compañía de otros autócratas, entre ellos Vladimir Putin de Rusia y Kim Jong-un de Corea del Norte, organizó una asombrosa demostración de poderío militar con un desfile de 10.000 soldados, cientos de aviones, drones anfibios y misiles balísticos, con la cual Xi busca reescribir la historia, posar de vencedor y consolidarse como un guardián del orden internacional de la posguerra.
En un discurso transmitido desde su limosina negra en movimiento, Xi, vestido con un traje verde oliva estilo Mao, dijo que la humanidad estaba entre “la paz o la guerra, diálogo o confrontación, gana-gana o juego de suma cero”. El presidente Trump lamentó que Xi desconociera el sacrificio de los soldados estadounidenses, que derrotaron a Japón en la II Guerra Mundial, y les envió saludos a Putin y a Kim, “mientras conspiraban contra EE. UU.”.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co
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