SAC delinearía la hoja de ruta para desarrollar propuestas concretas de política pública agrícola de largo alcance y consolidación del posconflicto.
La Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), el gremio cúpula agropecuario más importante y antiguo del país, fundado en 1871 como vocero y representante del agro, debe tener un comportamiento apolítico, independiente, técnico, democrático y no confesional. Con estos principios tutelares, es posible concebir a la SAC como el árbol nacional, la palma de cera, que llega hasta los cielos a sesenta metros de altura, sumamente flexible, pero sin romperse ni doblegarse, con raíces profundas en la tierra colombiana, que puede vivir hasta 200 años para poder visualizar y proyectar el campo, la agricultura y la agroindustria nacional hasta el año 2050. En el campo colombiano, como en la SAC, caben todos los productores y campesinos, pequeños, medianos y grandes, asociados en proyectos empresariales, locales y de exportación, con énfasis en mayor productividad, competitividad, innovación, generación de valor, sostenibilidad ambiental y progreso social.
Le corresponde a la SAC precisar y proponer la implementación de una política pública de largo aliento para el desarrollo rural con enfoque territorial, que reconozca los beneficios del modelo agro empresarial y agroindustrial, más allá de la producción primaria, con un enfoque sostenible e inclusivo de economía comercial, campesina y familiar, que enfatice la modernización del campo, la vocación de la tierra y la formación de capital humano a nivel rural, que permita cerrar la brecha histórica de pobreza y miseria extrema entre el campo y la ciudad.
Estos preceptos cardinales inspirados desde la SAC podrían contribuir a la consolidación de una agricultura productiva y competitiva, que pueda responder, adecuadamente, los desafíos de la seguridad y la soberanía alimentaria nacional y atender, oportunamente, la creciente demanda internacional de alimentos inocuos y materias primas agrícolas con mayor valor agregado de origen colombiano.
En una palabra, la SAC puede delinear la hoja de ruta para desarrollar propuestas concretas y específicas de política pública agrícola de largo alcance y consolidación del posconflicto en Colombia, que sean lideradas por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, con un presupuesto acorde con su importancia estratégica y su aporte al PIB, para la consecuente eliminación de la discriminación tradicional existente a favor de lo urbano y en contra de la agricultura nacional y los territorios rurales; creación de una Agencia Nacional de Aguas; favorecimiento de reglas de juego estables y seguridad jurídica en materia de tenencia y propiedad de la tierra; fortalecimiento de la parafiscalidad para la investigación y el desarrollo rural; mitigación del cambio climático; provisión de bienes públicos rurales, inclusión social, formalización de la tierra, asistencia técnica y vías terciarias para el posconflicto; así como alivios tributarios para el campo, que permitan, por un lado, aprovechar el gran potencial que tiene Colombia en su sector agrícola, pecuario, pesquero y forestal, y consoliden, por el otro –y para siempre– la paz en el campo de nuestros antepasados.
Para lograrlo, el país nacional y empresarial reclama más SAC, más Estado y más mercado.