La mayoría del pleno del Tribunal Supremo de Brasil que labora en el Palacio Federal, maravillosamente concebido por el arquitecto futurista Oscar Niemeyer en 1960, anuló las cuatro condenas vigentes por corrupción contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. 

Lula rencarna al ave Fénix, el fabuloso pájaro de la mitología griega que el fuego consumía cada 500 años, pero que luego resurgía de sus propias cenizas. Su sentida victimización jurídica y su posterior renacer político son igualmente míticos. Desde la sede del Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos en São Bernardo do Campo, en las afueras de São Paulo, allí donde comenzó su periplo sindical durante las huelgas obreras de los años sesenta, Lula se declaró “víctima de la mayor mentira jurídica contada en 500 años de historia”. Lula recobra, así, como el ave Fénix, sus derechos políticos, incluida la posibilidad de postularse a la presidencia de Brasil en el 2022 contra el presidente en ejercicio, Jair Bolsonaro. 

Pese al entierro de segunda de Lava Jato en Brasil, generado por la restauración política de Lula y el desmantelamiento del grupo de investigación de Odebrecht por parte del Ministerio Público, las condenas del mayor caso de corrupción de Latinoamérica mantienen su vigencia: seis jefes de Estado y a 533 políticos de alto vuelo y pujantes líderes empresariales fueron condenados por corrupción. 

El renacimiento de Lula a los 75 años es la prueba reina de la ausencia de renovación política de Brasil, cuya plataforma política de origen gramsciano y leninista, el Partido de los Trabajadores, PT, hizo parte del nauseabundo mecanismo de corrupción de Odebrecht. El PT, fundado por Lula en 1980, surgió como una coalición heterogénea de sindicalistas, estudiantes y miembros del catolicismo que respaldaban la teología de la liberación, cuyo credo marxista aún practican y difunden en la región a través del Foro de São Paulo y su apéndice comunista, el Grupo de Puebla. 

Las encuestas favorecen a Lula con el 50% del electorado, contra el 38% del presidente Bolsonaro, cuya desfavorabilidad aumentó del 32% al 40% por su actitud negacionista del Covid-19