Después de seis meses de un desgobierno irresponsable y carente de luz, crecen como espuma los arrepentidos que votaron por Petro.
El arrepentimiento en política es a la vez retractación y expresión de culpa por acción o por omisión de aquellos que en virtud de una investidura oficial o empresarial, pasada o presente, aún tienen injerencia sobre el devenir de la cosa pública o impactan la opinión nacional.
Este sentimiento propio de los humanos -los animales no sienten remordimiento alguno, menos aún se arrepienten de sus actos, por violentos e irracionales que sean o parezcan, como las hienas, que socarronamente se ríen de sus víctimas-, abarca dos actos, como cara y sello de la misma moneda. Por un lado, nos encontramos la expresión o el reconocimiento de haber cometido una falta, y por el otro, nos abruma el pesar por haberla cometido, fenómeno que genera remordimiento del alma y luego abre un espacio para el arrepentimiento existencial por no haberla evitado.
Ahora bien, como afirma Patrick Charaudeau, profesor emérito de la Universidad de París en su ensayo sobre el arrepentimiento en política, es precisamente ese otro -humano o divino- quien en su infinita sabiduría juzgará si el arrepentimiento es sincero o no, en cuyo caso, de ser legítimo, no será considerado como una estratagema política para ganar indulgencias ajenas o para promover la mejora de una imagen deteriorada por los errados actos políticos cometidos a ciencia y conciencia. Por el contrario, el arrepentimiento político, limpio y veraz, es de gran valía por el peso significativo que tiene sobre la sociedad y el futuro de su entorno más próximo y vital, el ser humano.
Charaudeau sostiene que el arrepentimiento también puede ser interpretado como una fortaleza personal. Dado que el arrepentimiento se expresa públicamente ante otro, puede ser visto como un trance de valentía, como una forma de asumir la carga de la culpa en un acto solitario, el cual se transforma en un pedido de reconocimiento que enaltece al arrepentido. De esta manera, el hecho de arrepentirse se convierte en un acto de poder y coraje ejercido sobre sí mismo, gracias al cual el arrepentido se regenera.
El arrepentimiento se percibe con mucha fuerza en nuestro país, especialmente entre aquellos que, por oponerse al candidato de Uribe, votaron ciegamente por Gustavo Petro, incluso entre los petristas más desteñidos. Después de seis meses de un desgobierno irresponsable, pleno de improvisación y carente de luz, crecen como espuma los arrepentidos que votaron por Petro. Desde el interior del Consejo de Ministros, los pasillos del Congreso, los corredores de la justicia, la redacción de los medios de comunicación, los escritos de los economistas y los jarrones chinos de nuestra política, resuenan los amargores del arrepentimiento por haber contribuido a elegir a un autócrata.
Los petristas arrepentidos recapacitan como el filósofo y escritor francés, Rochefoucauld, “nuestro arrepentimiento, más que un pesar por el mal que hemos hecho, es un temor de lo que pueda sobrevenirnos”.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co