La visita oficial a Estados Unidos del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, constituye un hito histórico sin precedentes a nivel político y económico. Especialmente ahora que se celebran los 70 años de la terminación de la Segunda Guerra Mundial y la rendición incondicional de Japón ante los aliados.
El primer ministro Abe pronunció un memorable discurso en el mismo recinto del Congreso en el cual Franklin D. Roosevelt le declaró la guerra al Imperio de Japón el 8 de diciembre de 1941. Allí, Abe mostró un “profundo arrepentimiento” por el comportamiento de su país y ofreció “condolencias eternas” al pueblo norteamericano.
En materia económica, Abe le solicitó al Congreso su apoyo en el trámite del Acuerdo de Asociación Transpacífico, considerado por ambos Gobiernos, como la piedra angular del relacionamiento entre las dos superpotencias. El Acuerdo Transpacífico es la negociación comercial –sin contar la OMC– más ambiciosa de todos los tiempos; pacto que incluye a Australia, Brunéi, Canadá, Estados Unidos, Japón, Malasia, Nueva Zelandia, Singapur y Vietnam, además de México, Perú y Chile, naciones que representan el 40 por ciento de la economía global. Colombia brilla por su ausencia, reflejo de su limitado interés por el Pacífico.
Los objetivos del Acuerdo Transpacífico son poderosos. Para Estados Unidos y Japón, es mejor anticiparse y definir las relaciones comerciales con Asia antes de que China lo haga. Para Ashton Carter, secretario de Defensa estadounidense, “este acuerdo es más importante que poner otro portaviones en el Pacífico”.
En opinión de Akira Amari, jefe negociador japonés, los temas contenciosos de negociación son arroz y automóviles. Japón quiere mantener el arancel de arroz del 778 por ciento y le solicita a Estados Unidos eliminar los gravámenes exigidos a los vehículos del 2,5 por ciento. Estados Unidos quiere suprimir el arancel de arroz en Japón y pretende conservar la protección arancelaria de su industria automotriz. Es posible que la solución negociada a este conflicto comprenda una creciente cuota japonesa de arroz, adjudicada mediante subastas administradas por los productores de ambos países, a cambio de la supresión de los aranceles para los carros japoneses.
El Acuerdo Transpacífico depende de la aprobación del proyecto de ley Bipartidista de Promoción de Comercio –pendiente de consideración en la plenaria del Congreso norteamericano prevista para este mes–, por medio del cual se podría discutir y aprobar este tratado, rápidamente y sin enmiendas. Esta autorización bicameral es esencial, dado que el Artículo primero de la Constitución de EE. UU. le concede al poder Legislativo la facultad de regular el comercio internacional e imponer impuestos y aranceles.
En el caso de que el Acuerdo Transpacífico llegue a buen puerto, la Alianza del Pacífico de Colombia con México, Chile y Perú caería en una profunda crisis existencial, dado que nuestros socios comerciales tendrían una agenda cimentada en el Pacífico más ambiciosa, focalizada y realista que la nuestra.