Por lo general, los periódicos y las revistas especializadas seleccionan al final de cada periodo el personaje del año. En este caso, podemos hacer una excepción y escoger de manera anticipada la pareja del 2015, compuesta por el petróleo y el dólar norteamericano. El frenético baile de esta pareja ha cambiado en pocos meses el rumbo y las perspectivas de la economía global, cuya perversa tendencia para este año se retroalimenta por sí sola a través de una correlación negativa perfecta, de suerte que entre más sube el dólar, más cae el precio de los hidrocarburos.

Los científicos aún no saben qué fue primero, si el huevo o la gallina. Sin embargo, a pesar de que ningún economista previó oportunamente el cambio estructural observado en la pareja más dispareja de todas, no cabe duda de que el hecho más significativo para el desenvolvimiento actual de la ecomomía mundial es el desplome del precio del crudo registrado en los últimos seis meses, generado inicialmente por la repercusión de las nuevas tecnologías de extracción de horizontal de crudo en boga en Estados Unidos, similares a las utilizadas exitosamente por la industria de gas natural.

Este fenomeno tecnológico, denominado fracking, le permitió a la primera potencia del planeta aumentar su producción de petróleo de 5 millones de barriles diarios en el 2008 a 9,1 millones de barriles diarios en diciembre del 2014. El puntillazo final lo daría magistralmente Arabia Saudita, en la reunión de la Opep del 27 de noviembre del 2014, al negarse a reducir la producción global para estabilizar el mercado mundial, a sabiendas de que un precio internacional del crudo por debajo de 50 dólares el barril pondría en aprietos financieros a las nuevas explotaciones petroleras norteamericanas.

El retorno de la supremacía del dólar, evidenciado en los últimos meses –generado por la normalización de la política monetaria en Estados Unidos permitida por la portentosa reactivación de su actividad económica y la continua mejora del mercado laboral estadounidense–, le han puesto una presión bajista adicional a la cotización del petróleo, al igual que al grueso de los productos básicos que se transan en dólares. Para el 2015, todos los analistas esperan un dólar más fuerte, fundamentados en la proyectada alza de los tipos de interés prevista a partir de mediados del 2015.

La mezcla de la revaluación del dólar y la caída de los precios del crudo se ha convertido en una temible amenaza global, más que en una oportunidad internacional, especialmente para las economías emergentes, incluida la nuestra, donde las exportaciones minero-energéticas y la inversión extranjera dejaron de ser el motor de crecimiento de la economía. La magnitud de su impacto global y local está aún por verse. Sin embargo, el panorama internacional luce realmente inquietante en los albores del 2015.