El Gobierno debe reconocer que los transgénicos pueden reducir el costo de producción para los agricultores y los productores de alimentos.
El Gobierno Nacional pretende trastocar la Sentencia constitucional T-247 de 2023, que ampara la protección de las semillas nativas y criollas, especialmente de maíz de los pueblos indígenas, para ampliar su alcance jurídico y prohibir el uso de semillas y cultivos transgénicos en Colombia.
Si bien es cierto que, por un lado, el alto Tribunal reconoce a la población indígena como sujeto de especial protección constitucional, y que, por el otro, anota la ausencia de una respuesta articulada, integral y diferenciada del Estado colombiano, que garantice un marco mínimo de protección de las semillas nativas y criollas de los pueblos indígenas; especialmente de las variedades vegetales de maíz que hacen parte de su historia, tradiciones y alimentación ancestral, en ninguna parte de la providencia de marras la Corte pretende vedar el uso y el cultivo de transgénicos en nuestro país.
La Sala Constitucional incluso reconoce, explícitamente, que el Estado debe valorar los avances de la ciencia y la biotecnología fundamentados en la investigación científica y corresponder, de manera simultánea, a las preocupaciones de los diferentes sectores sociales.
La Sentencia de la Corte abunda en razones objetivas que apuntan a la coexistencia de los modos ancestrales de producción indígena, la biotecnología y el uso de los transgénicos en la agricultura comercial en el resto del territorio nacional.
La realidad es que el Gobierno Nacional debe reconocer que los transgénicos pueden reducir el costo de producción para los agricultores y los productores de alimentos, lo que conlleva precios más bajos para los consumidores y mayores ganancias para las empresas. La mayor eficiencia de los transgénicos puede generar mejores rendimientos agrícolas, lo que puede crear más empleos en el sector y aumentar la actividad económica en las zonas rurales.
Además, el uso de transgénicos puede ayudar a reducir el uso y el abuso de pesticidas y otros agroquímicos aplicados en la agricultura, requerir menos recursos de tierra y agua, aminorar la erosión del suelo y las emisiones de dióxido de carbono, y contribuir, en consecuencia, al medio ambiente y el cambio climático.
Ahora bien, es forzoso reconocer que los transgénicos no son la panacea para la crisis alimentaria, mundial o nacional; sin embargo, es imperativo tener siempre en cuenta que sirven como complemento productivo para morigerar los efectos adversos de la crisis alimentaria, local e internacional.
Así las cosas, los transgénicos pueden tener un impacto positivo en la economía agrícola nacional al reducir los costos de producción, aumentar los rendimientos, crear nuevas oportunidades de negocios, contribuir a la solución de la lucha contra el hambre, la pobreza y la desnutrición, así como abordar la escasez de alimentos y los problemas económicos y ambientales del país. Su prohibición sería, por tanto, un tiro en el pie.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co
Roberto Ramírez Ocampo
Andrés: el equilibrio es la respuesta tal y como usted lo reconoce.
Hay algo que me preocupa sobre manera de los transgénicos y son moléculas que ni siquiera sus creadores son capaces de explicar y pueden hacernos a muchos seres vivos.
Ojalá me equivoque.