Si bien una intervención militar de Putin luce remota, lo que se viene es la aplicación de las doctrinas rusas de ‘control reflexivo’.
La magistral historia de la cultura rusa, El icono y el hacha, del difunto historiador norteamericano, James Billington, menciona que según el refranero popular, ‘Moscú es el corazón de Rusia, San Petersburgo su cabeza, pero Kiev su madre’. Para el presidente ruso, Vladimir Putin, “los rusos y los ucranianos son un solo pueblo, un todo único”.
Por esta razón, adobada con nostalgia imperial, Putin anhela reunir a Kiev y a Ucrania con la Madre Rusia. El veterano oficial de la KGB sabe muy bien que el zarpazo dado a Crimea y a los territorios del este de Ucrania en 2014 permanece impune en el concierto internacional. Ahora va por el resto de Ucrania, cuya acción militar -en criterio de la inteligencia estadounidense- puede darse tan pronto como esta semana.
Putin pretende aprovechar la evidente debilidad estratégica europea derivada del retiro de la canciller, Angela Merkel, hecho que fracturó el eje franco-alemán que dirigía los destinos de Europa desde 1950 y dejó aislada y sola a Francia para enfrentar a Rusia.
El ajedrez estratégico de Putin puso en el tablero a Latinoamérica, a imagen y semejanza -por ahora lejana- de lo ocurrido hace 60 años con la instalación de misiles nucleares por parte de la desaparecida URSS en la isla castrista de Cuba. Putin -astuto como un zorro plateado, amenazante como un oso pardo y pacífico como un león después de comer- quiere aprovechar el resurgimiento de la izquierda latinoamericana para desestabilizar la democracia regional, y en particular, la de Colombia, por su cercanía con la OTAN como socio global desde 2017.
El vicecanciller de Rusia, Sergei Ryabkov, propuso desplegar infraestructura militar en Venezuela y en Cuba si EE. UU. se interponía en sus planes en Ucrania. Y advirtió que podrían interferir en las elecciones presidenciales de Colombia. Posteriormente, el embajador de Rusia en Venezuela planteó de nuevo el asunto de la cooperación militar ruso-venezolana. Inmediatamente después, la Fuerza Aérea de EE. UU. envió un avión de reconocimiento sobre la zona para identificar potenciales amenazas militares rusas.
Marco Rubio, senador republicano de la Florida, considera, con razón, que “no hay mayor amenaza en nuestra región que la creciente intromisión de Rusia (y China) en Latinoamérica y el Caribe”. El regreso de la Guerra Fría regional es una realidad inocultable. Putin viene preparando el terreno en Venezuela desde la pasada década.
Rusia le vendió US$11.000 millones en armamento militar pesado, construye una fábrica de fusiles AK-47 y periódicamente envía bombarderos Tu-60 con capacidad nuclear para intimidar a la Casa Blanca.
Si bien una intervención militar de Putin a nivel andino luce remota, lo que se viene es la aplicación de las doctrinas rusas de ‘control reflexivo’ con provocaciones cibernéticas que impacten las elecciones, fomenten la inestabilidad política y socaven la democracia colombiana.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co
Roberto Ramírez Ocampo
Le faltó Nicaragua. Tienen ambos países (Venezuela y Nicaragua) Misiles 10 match y los nuestros son 0.4 match. Ambos apuntando a lugares estratégicos de nuestra geografía.