Nadie creía que Trump llegaría la presidencia de EE.UU, y lo hizo. Lo que viene es la metamorfosis más profunda de nuestro tiempo.
El mundo actual se debate entre la incredulidad y la disrupción política y económica. Como en la novela Historia de dos ciudades, del escritor británico Charles Dickens, “era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto”.
En una palabra, aquella época era tan parecida a la edad contemporánea, que nuestra percepción de lo que ocurre se mueve brumosa y oscura entre el optimismo temperado, el escepticismo depurado y la rotura brusca e inesperada del orden establecido.
Esta es la razón de ser de los heterogéneos activistas políticos nacionalistas de hoy, que se oponen al establecimiento, la globalización y la inmigración, entre los cuales sobresalen el Partido de la Independencia del Reino Unido, del promotor del ‘Brexit’, Nigel Farage, ahora dirigido por Paul Nuttall; Frente Nacional, de la política nacionalista francesa Marine Le Pen; Podemos, partido de izquierda español de Pablo Iglesias; Syriza, coalición de extrema izquierda griega, liderada por Alexis Tsipras; Alternativa para Alemania, partido político euroescéptico, conducido por Frauke Petry; Movimiento Cinco Estrellas, fundado por el cómico italiano Beppe Grillo; Partido de la Libertad, de extrema derecha de Gerwald Hoffer, en Austria, y Partido por la Libertad, del xenófobo holandés Geert Wilders.
Del otro lado del Atlántico, surgió del universo de los negocios inmobiliarios, contra todos los pronósticos y erradas encuestas, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, el auténtico disruptor de la era presente de la incredulidad. Al final de la campaña presidencial, Trump hizo público en Gettysburg, Pensilvania, el “contrato de Donald Trump con los votantes norteamericanos” para “hacer de Estados Unidos de nuevo un gran país”, en el cual definió las 6 medidas, las 7 acciones y los 10 proyectos legislativos para sus primeros 100 días en la Casa Blanca.
Los votantes estadounidenses acompañaron a Trump en procura de la renovación en la forma de hacer política en Washington, y lo lograron.
Si a lo anterior le añadimos las propuestas de la plataforma del Partido Republicano, adoptada en julio de 2016, descubriremos una nueva visión del orden actual, que no se puede desconocer. Entretanto, Trump ha escogido sus más cercanos colaboradores, salvo en Defensa, Energía y Vivienda, entre sus exitosos pares del cosmos de los negocios, sin experiencia política. Quizás funcione.
Los ramalazos del cambio serán parte integral de la época presente de incredulidad y disrupción; nadie creía que Trump llegaría la presidencia de Estados Unidos, y lo hizo. Ahora lo que viene es la metamorfosis política y económica más profunda de nuestro tiempo, para el mejor y el peor de todos los tiempos.