Boris Johnson ha mostrado madera política e inteligencia para acorralar a Jeremy Corbyn, con un llamado anticipado a elecciones generales este año.
Durante los últimos tres años y medio, Gran Bretaña ha caído en el marasmo de la incertidumbre política mas profunda de los tiempos modernos. Los vientos huracanados del Brexit, que le pondrían punto final a su membresía en la Unión Europea, evidencian una sociedad fragmentada, asentada sobre cimientos frágiles plagados de euroescepticismo. La incertidumbre en el sentido de falta de certeza, de duda ante el futuro inmediato, incluso de naturaleza existencial, está instalada en todas las esferas de la actividad humana, económica, política y social del antiguo imperio británico.
Las sesiones del Parlamento
inglés, transmitidas en vivo y en directo por la BBC, son un verdadero
espectáculo para legos y profanos, que pueden solazarse por igual con el
contrapunteo permanente y punzante entre el primer ministro
conservador, Boris Johnson, y el líder comunista de la oposición del
Partido Laborista, Jeremy Corbyn, agudizado por el ruidoso concurso y
los abucheos cruzados de sus correligionarios, a favor o en contra.
Tan
válida como en la época de la primera ministra, Margaret Thatcher como
entonces, sigue siendo la utilización de la denominada era de la
incertidumbre británica para referirnos a los momentos actuales.
Desde
entonces, el euroescepticismo domina el estrellado firmamento de la
política inglesa. Sin embargo, ahora las cosas son a otro precio,
precisamente por el peso y la colosal responsabilidad derivada del tosco
manoseo de la decisión popular a favor del Brexit, que ha sido
sistemáticamente desconocida por la oposición. Y por la extensión del
plazo final del Brexit –por noventa días– para el 31 de enero de 2020,
exigido por la Ley Benn, tramitado a la fuerza por el primer ministro
Johnson y acordado por la Unión Europea, a pesar de la resistencia
francesa al mejor estilo del antiguo enemigo oculto, Charles de Gaulle.
El
Brexit ha devorado dos primeros ministros británicos, David Cameron y
Theresa May. Ahora va por su tercera presa, como en los torneos de la
caza tradicional y deportiva de la élite inglesa. El primer ministro
Johnson ha mostrado madera política e inteligencia superior suficiente
como para acorralar a Jeremy Corbyn, con un llamado anticipado a
elecciones generales este año, que el líder de la oposición rechazó con
infinita torpeza, pese a que al menos en cincuenta ocasiones diferentes
las había solicitado anteriormente. La realidad es que la bajísima
popularidad de Corbyn lo puede convertir en la tercera víctima del
Brexit.
Ante el rechazo laborista de elecciones generales de
comienzos de esta semana propuesto por el primer ministro Johnson, que
exigía una mayoría calificada de las dos terceras partes del Parlamento,
el gobierno se apresura a apoyar el plan b propuesto por el Partido de
los Demócratas Liberales, que le permitiría al Primer Ministro hacer
valer sus mayorías para renovar el Parlamento, airear su administración y
sacar adelante el Brexit, montado a caballo de un acuerdo político que
le devolvería la soberanía plena al pueblo británico.
Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP