En honor a la verdad, no hemos evolucionado un ápice en materia exportadora.

El deterioro comercial de Colombia pica y se extiende. Los resultados preliminares del 2019 no son para nada halagüeños.

La balanza comercial de nuestro país, que mide la diferencia entre las exportaciones y las importaciones registradas por el Dane, podría cerrar el año pasado con un déficit comercial cercano a los 11.659 millones de dólares, resultante de la extrema fragilidad exportadora colombiana y del sostenido apetito importador de nuestros empresarios.

China y México explican el 75 por ciento del desbalance comercial de nuestro país, países que en los últimos 20 años han acumulado, mes a mes, un desequilibrio comercial de 115.396 millones de dólares. China y México nos venden mucho, pero nos compran muy poco.

Al examinar las exportaciones colombianas, se ratifica el negativo diagnóstico de hace tres décadas, época en la cual se le puso fin a Proexpo y a la política de promoción y diversificación de exportaciones prevista en el Decreto-Ley 444 de 1967. Ciertamente, la canasta exportadora colombiana no ha cambiado desde comienzos de los años noventa.

En honor a la verdad, no hemos evolucionado un ápice en materia exportadora, salvo algunas exportaciones promisorias de aguacates, tilapia y uchuvas valoradas en 135 millones dólares el año pasado.

Desde entonces hasta la fecha, el 70 por ciento de nuestras exportaciones mantiene su dependencia en pocos productos primarios, que por aquella época se denominaban ‘exportaciones tradicionales’ para distinguirlas de las ‘no tradicionales’, que eran objeto de apoyo comercial y financiero a nivel oficial.

En particular, el 57 por ciento del total exportador de Colombia corresponde a productos del sector minero-energético (petróleo, carbón, oro, ferroníquel y esmeraldas) y el 13 por ciento restante a bienes básicos agrícolas (café, flores, bananos, azúcar y palma). Los mismos de aquel tiempo, ahora.

Ciertamente, a pesar de la poderosa institucionalidad creada con el ánimo privatizador propio del auge neoliberal de los años noventa para liquidar y reemplazar a Proexpo (con Bancoldex, Fiducoldex y ProColombia), apoyada por desdibujados gremios supuestamente de exportación, la canasta exportadora colombiana no se ha transformado, como tampoco han progresado de manera significativa los mercados de destino, pese a los 16 TLC en vigor, aún concentrados en un 44 por ciento en Estados Unidos y la Unión Europea.

Salvo claro está, el reconocido colapso mercantil venezolano generado por el socialismo bolivariano, que destruyó, desde abril de 2006, de forma premeditada y con fines claramente políticos e ideológicos, el flujo comercial con Colombia, calculado en seis mil millones de dólares anuales, el cual no se ha podido sustituir desde entonces.

Una de las razones por las cuales la economía colombiana redujo su crecimiento potencial de 4,5 por ciento a 3,5 por ciento anual tiene que ver con esta neurálgica debilidad externa. Dado que la literatura especializada confirma que la diversificación de exportaciones es una fuente importante de crecimiento económico, nunca es tarde para su decidido fomento gubernamental y empresarial.

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co