El amor al dinero es la única ideología que orienta el billonario saqueo de la UNGRD, encargada de aliviar las desgracias de los que han perdido todo.

Desde la definición de los pecados capitales por Santo Tomás en el siglo XIII, la avaricia hace parte integral de ese vicio, la codicia, el apetito desordenado proveniente del latín, philargyria, el amor irrefrenable por la plata. El Bosco, maravilloso pintor costumbrista del renacimiento de los Países Bajos, precursor del surrealismo mágico, la simbología religiosa y cotidiana, nos dejó una obra maestra: ‘La Mesa de los Pecados Capitales’, adquirida originalmente por Felipe II en 1570, transferida luego al Monasterio del Escorial y actualmente en el Museo del Prado.

La obra está fabricada en una tabla de chopo, madera ligera y fácil de trabajar, también conocida como álamo. La Mesa se estructura a partir de cinco círculos. El circulo central es el más grande y se asemeja al ojo de Dios. Una inscripción en latín lo confirma: “Cuidado, cuidado. Dios te ve”.

En la córnea o anillo exterior se encuentran representados, en orden escrupuloso, los siete pecados capitales en diferentes escenas de la vida cotidiana de la Edad Media para que el espectador se pueda identificar con cada una de ellas. La avaricia es el sexto pecado capital, representado por un caballero magníficamente vestido, quizá un funcionario público, que recibe una bolsa de dinero, un jugoso soborno.

Dante Alighieri, el poeta, escritor y filósofo italiano, plasmó en su magna obra, ‘La Divina Comedia’, el poema épico de su periplo vital en los mundos ultraterrenos: Infierno, Purgatorio y Paraíso, cada uno con 33 cantos escritos en tercetos, más uno de introducción para un total de 100 tercetos, el número perfecto. Dante encarna la avaricia como un pecado capital que se castiga en el cuarto círculo de las tinieblas del Infierno, custodiado por Plutón, hijo de Saturno y señor del Averno, cuyas almas codiciosas son echadas y atadas al suelo, mezcladas con el polvo del camino. En el centro del aire oscuro y pesado, se encuentra, paciente, encadenado, Lucifer. Dante critica la avaricia, la codicia, como un vicio repudiable, que genera corrupción ética y política de la sociedad, y por tanto, no es merecedor de la misericordia humana, o incluso, divina.

Estas dos obras maestras universales no pierden vigencia al representar valores estéticos, éticos y morales actuales, especialmente en estos tiempos de corrupción al más alto nivel en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres durante la administración del presidente Petro. Donde el amor al dinero es la única ideología que orienta el billonario saqueo de las arcas públicas de esta entidad oficial, encargada de aliviar las desgracias materiales, económicas y familiares de aquellos conciudadanos, que posiblemente lo han perdido todo y que han sido golpeados de forma inclemente por los avatares del destino. ¡Ay de vosotros, almas condenadas del petrismo, que despluman sin conmiseración a los más necesitados!

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co