La agroindustria colombiana hace parte de un puñado de 20 empresas que siguen trabajando exitosamente después de 100 años de haber sido fundadas, algunas de ellas como grupos empresariales de origen familiar. Los factores más importantes que explican la extraordinaria longevidad de estas compañías en Colombia son el resultado de una mezcla inteligente de visión empresarial y determinación estratégica, fuerte arraigo regional y el compromiso familiar de continuar en el negocio inculcado entre las nuevas generaciones hasta el cuarto nivel de descendencia, y siguen contando.

También cuentan aspectos como el profundo respeto por el legado original de sus fundadores y el inherente desafío empresarial para ser los mejores y completar la obra de sus progenitores, la exquisita preparación y la observancia de los protocolos de familia, los méritos más allá del mayorazgo, la cuidadosa planificación a largo, la innovación productiva, la perseverancia que vence todas las dificultades con un espíritu de refinada esperanza y pulcra resolución administrativa, el aporte a la sostenibilidad ambiental, laboral, y en reiteradas ocasiones, la generosa prevalencia del provecho comunitario y nacional por encima de los intereses individuales o familiares.

La historia agroindustrial de nuestro país se funde como un paradigma digno de encomio y emulación empresarial, académica y práctica, con el afianzamiento de la República de Colombia en 1886, nación que en aquella época dejaba atrás, y para siempre, la denominación y los territorios andinos que constituyeron la Gran Colombia y la República de la Nueva Granada. Al examinar el devenir de la agroindustria colombiana, sobresale por su trayectoria y evolución el clúster de azúcar nacional, que se mueve como los rieles de un tren hacia el infinito, que avanza y progresa sin parar, que hace patria ancha y venturosa con su trasegar productivo.

La caña de azúcar llegó a la región del valle del Cauca traída de las Antillas por el explorador y conquistador español, Sebastián de Belalcázar, para la siembra en su hacienda La Estancia en Yumbo, cultivada luego en otras fincas cercanas. Cuentan que durante años se molió caña para hacer panela y la rustica morena azúcar de pan, la cual se reemplazó por azúcar refinada gracias a los aportes fabriles de Manuelita y Ríopaila.

Ciertamente, el pionero de la industria azucarera en Colombia fue Santiago Éder, abogado de Harvard, quien en 1864 le compró en un remate a George Enrique Isaacs -padre del escritor caleño de La María, Jorge Isaacs-, los terrenos de La Manuelita en Palmira, bautizada en honor a su esposa, Manuela Ferrer Scarpetta. Eran tiempos de cambio y transformación fértil, que desembocaron en la Constitución Política de 1886, que restableció, pero con más fortaleza, el Estado centralista y presidencialista que aún persiste en Colombia.

Al finalizar el siglo XIX, la modernización de la industria azucarera impulsada por Manuelita era una realidad en el valle geográfico del río Cauca, región que permite producir caña todo el año sin forzosa zafra estacional y obtener -con agricultura de precisión y el impresionante avance tecnológico impulsado por el Centro de Investigación de la Caña (Cenicaña) creado en Palmira en 1977- los más altos niveles de productividad del mundo. Característica que distingue a los 13 ingenios azucareros de esta región de la divina providencia, con aroma y sabor a dulce de caña sin igual y siempre igual. Manuelita inició su proceso de diversificación estratégica agroindustrial en 1986, la cual abarca la producción de alimentos, energías renovables, insumos y valor agregado de la caña de azúcar, palma de aceite, acuicultura, frutas y biocombustibles con los cuales tiene operaciones en Perú, Chile y Brasil y abarca más de 56 países en el mundo.

El otro ingenio azucarero, centenario y de avanzada agroindustrial, Ríopaila-Castilla, surgió del sueño familiar de recuperar un trozo sagrado de la heredad y terruño fundacional de los ilustres antepasados de Hernando Caicedo Caicedo, la hacienda Ríopaila, ubicada al norte del Valle del Cauca, que adquirió en 1918 y sobre el cual construyó, primero, un trapiche panelero para transformarse, después de una visita a Cuba en 1920, en un emporio azucarero de proyección internacional, con una clara visión de futuro sobre lo que el país iba a requerir en materia agroalimentaria. En 1945, se inauguró la planta de Central Castilla. En 2007, Ríopaila y Castilla se fusionaron, dando origen a Ríopaila-Castilla.

Actualmente, Ríopaila-Castilla se ha convertido en uno de los principales grupos agroindustriales del país, orientado hacia la producción y comercialización de azúcar, miel, alcohol carburante, cogeneración de energía que utiliza biomasa (bagazo) de caña como materia prima, palma de aceite, frutales y ganadería tecnificada de cría en las plantas agroindustriales y fincas ubicadas en los departamentos del Valle del Cauca (Plantas de Ríopaila en La Paila y de Castilla en Pradera), Santa Rosalía y La Primavera (Vichada) y La Conquista en Puerto López (Meta) con el objetivo de suministrarle caña de azúcar a la planta de etanol de Bioenergy de propiedad de Ecopetrol.

Manuelita y Ríopaila-Castilla, sólidos grupos agroindustriales, centenarios y de orgulloso solar familiar, les sirven de ejemplo a los empresarios de la región y del país para que consoliden negocios sostenibles en lo económico, social, laboral y ambiental, que les permita ubicarse por encima de ese individualismo tan característico de nuestro país, que a veces nos impide reconocer, cultivar y expandir, más allá de las fronteras imaginarias o reales, el asombroso potencial de la ruralidad colombiana.

*Miembro del Consejo Directivo del ICP