A medida en que los migrantes de sana procedencia se integren a la fuerza laboral, académica o productiva, pueden sumarse al bono demográfico

La migración es uno de los asuntos más importantes de la agenda de la política pública global. Este preocupante y creciente fenómeno estructural, que aqueja de forma singular -como receptores- a Estados Unidos, Europa, Centro y Sur América, debería ser objeto de una declaratoria de emergencia migratoria mundial por parte de Naciones Unidas. Los cambios observados con el aumento significativo de los migrantes extranjeros, especialmente ilegales, que luego de llegar a los países de destino pretenden conseguir asilo por razones políticas, económicas o de seguridad, tienen en jaque a los estamentos políticos nacionales.

En el Viejo Continente, España, Italia, Francia y Alemania, especialmente en la antigua Alemania del Este, la migración proveniente de países africanos, Afganistán, Siria y Turquía es el tema central de discusión política de la oposición a los gobiernos progresistas de turno, que empieza a pasar pesada factura en las elecciones nacionales y regionales a favor de los partidos de derecha, nacionalistas y de extrema derecha. Como ocurrió recientemente en Turingia y Sajonia en Alemania, y hace unos meses, en Italia, España y Francia.

En Estados Unidos, la migración proveniente de la frontera sur con México es un tema central de la campana presidencial Trump-Kamala, que evidencia la ausencia de políticas migratorias eficaces por parte de la administración del octogenario presidente de Estados Unidos, Joe Biden. En Centro y Sur América, en particular en México y Panamá, así como en Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y Chile, la diáspora venezolana, que huye despavorida por la violenta represión dictatorial de Nicolás Maduro, se extiende sin control como un cáncer por toda la región.

Es forzoso reconocer que el problema no es fácil de evaluar, y menos aún de resolver. Si nos atenemos a un enfoque estrictamente económico, es difícil determinar si la inmigración tiene un impacto positivo o negativo, cuando el problema tiene tanto de largo como de ancho, particularmente si tenemos en cuenta el desplazamiento de la fuerza laboral local en los países recipientes y los crecientes costos de sanidad pública, seguridad, acogida y educación. El tema de la migración es tan complejo, que los gobiernos, como el nuestro, prefieren no hablar de él, y en consecuencia, hacen como el avestruz, esconden la cabeza.

Detrás de este fenómeno social de la migración, se encuentran otros factores que son determinantes para su comprensión, y por tanto, para su solución. Nos referimos, en esencia, a la integración productiva. En la medida en que los migrantes de sana procedencia -es decir, aquellos que no sean malandrines o vulgares trúhanes como los virulentos bandidos del Tren de Aragua- se integren adecuadamente a la fuerza laboral, académica o productiva, pueden sumarse al bono demográfico en el cual las personas en edad de trabajar superan en cantidad a las personas económicamente dependientes.

ANDRÉS ESPINOZA FENWARTH
​Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co