El desplome de las exportaciones del 40 por ciento, registrado por el Dane en el mes de enero –el peor desde 1985–, debería prender las alarmas de las entidades responsables del comercio exterior. La caída del 55 por ciento en las exportaciones de petróleo y sus derivados, carbón y ferroníquel, explica el grueso del hundimiento de las exportaciones totales, valorado en 1.934 millones de dólares.

 

Las exportaciones no tradicionales también se redujeron en enero del 2015, comparadas con igual periodo del año anterior, aunque en menor proporción: 15,4 por ciento en valor y 9,9 por ciento en volumen. El único subsector que saca la cara es el café, cuyas exportaciones crecieron 103 por ciento en valor y 35 por ciento en volumen, gracias a la recuperación de la producción y los precios del grano.

En opinión del codirector del Banco de la República, Carlos Gustavo Cano, el déficit de la cuenta corriente –el talón de Aquiles de nuestra economía– continúa ampliándose. A diciembre del 2014, esta brecha asciende al 5 por ciento del PIB, la cual podría rondar el 6 por ciento al final del presente año, una de las cifras más elevadas del planeta, incluso superior a la proyección del Plan de Desarrollo 2014-2018, de 4,8 por ciento.

Cabe preguntarse, entonces, ¿qué pasa con nuestras exportaciones? El derrumbe de las cotizaciones internacionales de los hidrocarburos y el carbón, y la caída del 15 por ciento en el volumen de sus exportaciones, explican el grueso de lo ocurrido a comienzos del año, descuadre externo que nos permite presagiar lo que se nos viene pierna arriba.

A ello se suma un intrincado tejemaneje de barreras no arancelarias que le ponen freno de mano a las demás exportaciones colombianas, identificadas en un estudio adelantado por el Centro de Comercio Internacional, con el apoyo de la Universidad del Rosario, el Reino Unido y la CAF. El análisis de las medidas no arancelarias –basado en una encuesta realizada a nivel nacional entre empresas de los principales sectores exportadores del agro y la industria– concluye que el 42 por ciento de los empresarios enfrentan restricciones no arancelarias, fenómeno especialmente agudo entre las compañías de alimentos y las firmas medianas.

En el 65 por ciento de los casos, los obstáculos no arancelarios son de procedimiento, originados en la maraña de normas colombianas, que los exportadores consideran “gravosas”. Entre las barreras señaladas, se destacan tres que explican el 90 por ciento de las trabas domésticas de este sesgo antiexportador: inspecciones a las exportaciones que realizan la Dian y la Policía Antinarcóticos, costosos y exigentes requisitos específicos por producto y certificaciones requeridas por entidades como el Ministerio de Medio Ambiente, el ICA y el Invima, donde las demoras y la arbitrariedad pueden ser la regla y no la excepción.

¡Así no hay quién exporte!