La pérdida de la autosuficiencia petrolera exige seguridad jurídica, confianza inversionista y prioridad en la expedición de licencias ambientales.

En la incesante pugna nacional entre optimistas y pesimistas, hasta hace poco los optimistas se llevaban todo lo bueno, excepto, como dirían entre ufanos y bufones los pesimistas, la capacidad de informarse.

En último análisis, la definición clásica de este complejo estado emocional de naturaleza, puramente subjetiva, apunta a que un pesimista es tan solo un optimista bien informado, o mejor aún, un optimista es tan solo un pesimista mal informado.

En el marco teórico, filosófico, si se quiere, del pensamiento positivo, que busca, a toda costa, promover el Gobierno Nacional, fundamentado en la premisa según la cual ‘si todos somos optimistas podremos lograr más’, nos topamos con una negación preferente para ver la realidad y practicar el autoengaño, cosmología que mantiene al país en un estado de optimismo latente de elevado grado, gracias a que estábamos, sencillamente, mal informados.

Con los pies sobre la tierra, veamos cómo vamos de la mano de la encuesta de opinión de Yanhass. A la pregunta de esta semana, en general ¿cómo se siente usted acerca del futuro del país?, solo el 16 por ciento respondió “optimista”. Uno de los fundamentos racionales que soportan esta afirmación tan negativa tiene que ver con el preocupante anuncio de la Contraloría General de la República, según el cual Ecopetrol, que aporta el 55 por ciento de la producción nacional de hidrocarburos, perdería su condición de autosuficiencia en los próximos dos años, es decir, en el 2019. En adelante, Ecopetrol se verá obligada a comprar –o importar– crudo a precios internacionales, con el consecuente y acelerado deterioro de la balanza comercial.

A nivel país, la situación es igualmente crítica, habida cuenta de que la imparable declinación histórica de los campos actuales de producción de petróleo no será suficiente para abastecer las refinerías en Colombia en el 2021. Considerando que un pozo de petróleo exige un periodo mínimo de gestación de cinco años, contados desde el inicio de los estudios geológicos hasta la entrada en operación, el país se encuentra a boca de jarro de la peor noticia económica de los últimos 30 años: la inexorable pérdida de la autosuficiencia petrolera.

Ahora bien, como vamos de mal en peor, el país perdería, asimismo, su autosuficiencia en la refinación de acpm y gasolina motor en el primer semestre del 2023, particularmente referida a la capacidad nacional de abastecer las dos principales refinerías, Reficar y Barrancabermeja. Actualmente, Colombia no es autosuficiente en acpm, dada la creciente y preocupante dependencia nacional en el transporte terrestre, larvada hace 20 años por el abandono oficial del ferrocarril y el transporte fluvial. Al tener en cuenta los palos de ciego oficial contra los biocombustibles, nuestro país se encuentra en la boca del lobo de las importaciones crecientes de acpm y gasolina motor a precios internacionales.

La pérdida de la autosuficiencia petrolera exige seguridad jurídica, confianza inversionista, exenciones tributarias y prioridad en la expedición de licencias ambientales.

 

Andrés Espinosa Fenwarth
CEO de Inverdies
andresespinosa@inver10.co