La pandemia del covid-19 y el confinamiento social exigido para hacerle frente se han convertido en la mayor fuerza transformadora de nuestro tiempo, y quizás, de todos los tiempos. Desde los años cincuenta, primero en Alemania, y luego en Estados Unidos con la versión mixta de cubículos que se tomaría el mundo, las empresas dedicaron dinero y esfuerzos para mejorar la productividad mediante la aplicación del concepto de oficinas abiertas, sin muros, buena iluminación, distribución espacial y trabajo colaborativo. 

El aislamiento prolongado y el natural miedo al contagio han dejado oficinas vacías en espera de los teletrabajadores, que no tienen ningún afán de volver a las antiguas costumbres. Resulta paradójico que una solución temporal a un problema estructural y concreto de salud pública pudiera convertirse en una pauta de comportamiento laboral y social, con o sin covid-19. 

La razón de este histórico cambio radica en dos factores. En primer lugar, la tecnología. El teletrabajo era un espejismo hace quince años cuando la velocidad de internet era muy inferior y el desarrollo de las aplicaciones tecnológicas no se asemejaban a las opciones que existen en la actualidad. Hoy en día, cualquier persona en cualquier parte del planeta con acceso a internet y a las videoconferencias de Zoom o Teams de Microsoft puede manejar la oficina desde su casa o finca de recreo, a través de un celular o de un computador portátil, con lo cual resulta innecesaria, e incluso superflua, su presencia física en la compañía. 

En segundo lugar, el teletrabajo genera ahorros significativos en servicios generales para la propia firma, incluida la reducción de costos en arriendo y compra de oficinas, transporte, gastos de representación y viajes de negocios. Ciertamente, la extensión del teletrabajo tendrá profundas consecuencias a nivel económico y laboral, que van desde el cierre de oficinas al éxodo de teletrabajadores al campo, e incluso, a otros países para mejorar su calidad de vida familiar, hasta la organización gradual de la semana laboral mixta de tres a cuatro días de teletrabajo por parte de un creciente número de empresas.