La producción de crudo disminuyó 55% gracias al régimen socialista, al pasar de 3,1 a 1,4 millones de barriles diarios.

Venezuela avanza aceleradamente hacia la ruina política, económica y social. Nicolás Maduro solidificó un Estado totalitario gracias a un sistema electoral fraudulento en el cual los opositores son perseguidos, inhabilitados, encarcelados y forzados al exilio.

La profundización ideológica del socialismo bolivariano y la entronización de una dictadura represiva de inspiración castrista han generado una aguda depresión económica, derivada de una caída del 35 por ciento del PIB, acumulada desde el arribo de Maduro al Palacio de Miraflores, hace cinco años.

De acuerdo con el FMI, la economía venezolana sufrirá un retroceso adicional del 15 por ciento este año, con lo cual el desplome acumulado será del 50 por ciento en el periodo.

Por lo general, las depresiones económicas van acompañadas de hiperinflación. En los últimos meses, esta en Venezuela aceleró su vertiginoso ritmo al crecer de 4.966 por ciento en febrero, a 17.968 por ciento en abril. De mantenerse esta tendencia, la hiperinflación superaría el 100.000 por ciento a finales de 2018.

El socialismo bolivariano también empuja a la industria petrolera de Venezuela hacia la perdición. La producción de crudo disminuyó 55 por ciento gracias al régimen socialista, al pasar de 3,1 millones de barriles diarios en 1998 a 1,4 millones de barriles diarios en abril pasado, el menor nivel en tres décadas.

Las refinerías de Amuay y Cardón operan a un tercio de su capacidad. Las instalaciones petroleras de Puerto La Cruz y San Roque (Anzoátegui), El Palito (Carabobo) y Bajo Grande (Zulia) están paralizadas por falta de mantenimiento.

La Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela del 2017 revela la peor crisis humanitaria y social de nuestro tiempo. La pobreza extrema aumentó de 23,6 por ciento a 61,2 por ciento durante el régimen autocrático de Maduro.

El 80 por ciento de los hogares evidencia inseguridad alimentaria y 8,2 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día. Seis de cada diez niños tienen desnutrición leve, moderada o severa, según Cáritas.

El impacto del socialismo bolivariano en la capital venezolana ha sido brutal. Caracas se derrumba, pese a ser considerada una obra maestra de la planificación urbana por la Unesco, hace 50 años; el agua no llega a la mayoría de los hogares, el transporte público no funciona, los apagones son el pan de cada día, las calles se encuentran a oscuras, el dinero en efectivo escasea, los salarios no alcanzan para cubrir las necesidades básicas, los caraqueños sumidos en la pobreza persiguen la basura en busca de comida, hospitales y escuelas cierran por falta de medicinas y estudiantes; casas, apartamentos y vehículos están para la venta a cualquier precio, pues muchos quieren refugiarse en Colombia y naciones vecinas; el secuestro exprés, los encarcelamientos ilegales y los homicidios azotan a la población.

El socialismo bolivariano del siglo XXI y el movimiento Colombia Humana son cara y sello de la misma moneda, populismo antidemocrático que es preciso abortar.