Los gobiernos que asistan se convertirán en cómplices antidemocráticos del mayor fraude electoral en la historia del vecino país.
De acuerdo con la Constitución de Venezuela, el candidato electo en las urnas deberá tomar posesión del cargo de Presidente de la República el 10 de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional, o en su defecto, ante el Tribunal Supremo de Justicia, instancias legislativas y judiciales controladas por el dictador, Nicolás Maduro.
Las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 favorecieron ampliamente la candidatura de Edmundo González Urrutia. Como legitimo presidente electo, González Urrutia confirmó su intención de viajar a Caracas para asumir el cargo con el aval mayoritario y las actas electorales que atestiguan sus 7,3 millones de votos, frente a los 3 millones del autócrata Maduro.
González Urrutia, actualmente de gira por Estados Unidos y Latinoamérica, pretende que los países democráticos de la región lo apoyen en su gesta política encaminada a la juramentación de la presidencia en Caracas esta semana. El sátrapa Maduro ha respondido con una recompensa de cien mil dólares por la búsqueda y captura del presidente electo, perseguido en Venezuela y asilado en España desde el año pasado.
Para la oposición, el pronóstico sobre lo que pueda ocurrir en el vecino país luce color de hormiga. Maduro, el dictador del Palacio de Miraflores, la sede del Gobierno de Venezuela, después de haberse robado las elecciones presidenciales en el 2024, se encuentra decidido a no dejar el poder a ningún precio. Aprovechando el férreo control que ejerce sobre los cinco poderes públicos, además de las Fuerzas Armadas y la Fiscalía General de Venezuela, el opresor de Miraflores planea atornillarse en el poder, a imagen y semejanza de lo ocurrido con los hermanos Castro en Cuba -sus mentores- y el oprobioso déspota nicaragüense, Daniel Ortega.
La purga adelantada al interior del gobierno y en las filas castrenses venezolanas por Maduro busca rodearse de los más leales al régimen marxista en el poder desde comienzos de siglo. La reciente excarcelación de 1.400 presos políticos pretende lavar la cara de la dictadura para incentivar la mayor presencia posible de mandatarios y representantes de gobiernos extranjeros, que estén dispuestos a participar en el pillaje del poder soberano del vecino país.
La hora es propicia para mantener el apoyo irrestricto al presidente electo González Urrutia, promover un levantamiento cívico-militar y abstenerse de participar en la usurpación de la presidencia venezolana por parte del dictador Maduro. Los gobiernos que asistan se convertirán en cómplices antidemocráticos del mayor fraude electoral en la historia del vecino país.
El presidente Gustavo Petro decidió que el embajador de Colombia en Venezuela, Milton Rengifo, asista en su representación a la entronización del tirano en Caracas el 10 de enero. Así pues, el gobierno de Colombia se encuentra del lado equivocado de la historia al cohonestar la satrapía venezolana.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co
Roberto Ramírez Ocampo
Buen artículo. Sin embargo, tengo una pregunta ¿Cómo se desmonta al delincuente de la presidencia? Olvidó mencionar a Cabello, que en mi concepto es el peor de todos y creo que Madura es su marioneta.
Feliz año