La explosión incontrolada de la coalición promovida desde la Casa de Nariño le puso fin a la luna de miel de la administración Petro con los partidos.
Desde la Antigüedad, el caballo de Troya ha representado un engaño fraguado para decimar al enemigo desde el interior de sus propias filas. En política, el caballo de Troya ha servido de artilugio para promover la implosión de fuerzas contrarias al régimen imperante.
En Colombia, la administración Petro, agobiada por la caída como plomo de la favorabilidad y la gobernabilidad, autoinfligida por la errada dirección política del gobierno, optó inicialmente por el lentejismo más puro, el reparto de la mermelada en toda la tostada. Los partidos de la coalición gubernamental, conformada por liberales, conservadores, verdes y la U, se acercaron al abrevadero oficial durante los primeros meses del gobierno, al son del tambor de Roy en el Congreso y de Prada en el Ministerio del Interior.
La explosión incontrolada de la coalición oficialista, promovida desde la Casa de Nariño, el 25 de abril pasado, le puso fin a la luna de miel de la administración Petro, cimentada en las buenas relaciones con los jefes de las colectividades políticas, la disciplina inherente a la ley de bancadas, la aceitada maquinaria de Roy y la disfuncionalidad de la oposición.
Desde entonces, como en el tango de Gardel, “ahora todo es cuesta abajo en mi rodada … sueño con el pasado que añoro. El tiempo viejo que lloro. Y que nunca volverá”.
Petro decidió subir las apuestas y puso al frente del Ministerio del Interior a un Liberal rebelde para que desde adentro, volara en mil pedazos la incómoda y eficaz jefatura política del expresidente, César Gaviria.
Luis Fernando Velasco, el curtido político caucano y avezado parlamentario fue el escogido para meterse como el caballo de Troya en el Liberalismo con una verdad a medias, según la cual los que votan los proyectos de ley son los congresistas y no los jefes de los partidos políticos.
Velasco, desde el comienzo de su gestión, ha pretendido dinamitar la ley de bancadas y borrar a los jefes de la antigua coalición gubernamental como Ricaurte en San Mateo, “en átomos volando”, sin éxito. Si acaso lo contrario.
Su accionar, un tanto torpe para alguien tan experimentado como Velasco, ha consolidado las fuerzas políticas de oposición al gobierno, lideradas inicialmente por el Centro Democrático y Cambio Radical, y ahora complementadas por las demás facciones del espectro político, distintas, claro está, del Pacto Histórico y los Comunes.
La gestión del ministro de la política también se mide por los resultados -o la carencia de ellos- en las Cámaras legislativas. A Velasco se le hundieron los proyectos de ley más importantes para el gobierno, como la reforma laboral y la legalización de la marihuana medicinal. Su atolondrada convocatoria a sesiones extras es otra derrota disfrazada, acotada a la adición presupuestal y las curules de las Asambleas.
¡En el gobierno Petro, ahora todo es cuesta abajo!
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co