La celebración del año nuevo chino está dedicada al buey. Sin embargo, los rigores de la peor pandemia del último siglo deberían destinarse al reconocimiento del año de los perros, las mascotas que más contribuyeron al equilibrio sicológico en estos tiempos de aislamiento social.
En sus memorias, “A Promised Land”, el expresidente estadounidense, Barack Obama, describe el mayor placer en su primer año en la Casa Blanca, la llegada de Bo, un perro de agua portugués que le regaló el difunto senador Ted Kennedy y su esposa, Vicki. Obama confiesa que, “con Bo, conseguí lo que alguien describió una vez como el único amigo confiable que un político puede tener en Washington. También me dio una excusa adicional para posponer mi papeleo vespertino y unirme a mi familia en los paseos después de la cena por el jardín sur de la Casa Blanca”.
El presidente norteamericano, Joe Biden, asumió el cargo con sus dos perros pastores alemanes, Champ y Major. Los perros hicieron parte de su campaña política; un video, que rápidamente se tornó viral, estableció que Donald Trump había sido el primer presidente en no tener perro en más de un siglo.
Los sentimientos perrunos de pertenencia, compañía, lealtad y gratitud no son exclusivos de los líderes mundiales. Es bien sabido que las mascotas pueden aportar a la salud mental de los humanos, especialmente durante la pandemia. Un estudio de las Universidades de York y Lincoln, publicado en septiembre pasado, encontró que compartir un hogar con un perro durante el encierro pareció actuar como un amortiguador contra el estrés psicológico. Más del 90 por ciento de los encuestados manifestaron que sus perros los habían auxiliado a tolerar emocionalmente el confinamiento y el 96 por ciento sostuvo que los había favorecido para mantenerse activos y en forma.
En mi caso, Máximo, un primoroso, amoroso e inteligente pastor australiano, me ayudó a digerir las horas más duras de las extensas cuarentenas, con sus imprescindibles paseos diarios al parque, sus juegos y sus mimos, que humanizan más de lo que la gente se imagina.