Los seguidores de Trump experimentan un fenómeno vergonzante, denominado ‘sesgo de conveniencia social’. 

John Yoo, profesor de derecho de la Universidad de Berkeley, sostiene que “Estados Unidos fue diseñado para ser una república, no una democracia. Los fundadores construyeron deliberadamente protecciones contra la tiranía de la mayoría”. 

Hace 233 años, los precursores de la Constitución vigente más antigua del planeta estaban divididos entre aquellos que pretendían que el Congreso eligiera al presidente y los que favorecían el voto directo de los ciudadanos. El Colegio Electoral surgió justamente como un compromiso político entre estas dos visiones, que mantiene su vigencia. 

La Constitución norteamericana le otorga a cada estado un número de electores basado en el total combinado de delegados en el Senado y la Cámara de Representantes. El Colegio Electoral tiene 538 votos en total. Los candidatos presidenciales necesitan 270 votos electorales para llegar a la Casa Blanca. 48 de los 50 estados de la Unión tienen un sistema en el cual «el ganador se lleva todo», con lo cual, quien obtenga el voto popular, gana los votos del Colegio Electoral de ese estado. Maine y Nebraska utilizan el método de distrito del Congreso, mediante el cual se asignan dos votos electorales al ganador del voto popular en cada estado y un voto electoral al vencedor del voto popular en cada distrito.

Los presidentes electos pueden perder el voto popular, pero ganar la elección del Colegio Electoral, lo cual ha ocurrido cinco veces en la historia, dos de ellas en este siglo. La más reciente aconteció en las elecciones de 2016 cuando Donald Trump perdió el sufragio popular y conquistó la presidencia en el Colegio Electoral contra Hillary Clinton, fenómeno político que se podría repetir este año. 

Dado que 38 de los 50 estados han votado por el mismo partido político en las elecciones presidenciales desde el año 2000, es posible predecir qué estados votarán por el candidato demócrata y cuáles votarán por el pretendiente republicano. 

La nuez de la campaña electoral, que absorbe el 75 por ciento de su presupuesto, se concentra de forma reñida en los 12 estados que no siguen las directrices partidistas, denominados estados oscilantes. 

La campaña Trump-Pence 2016 conquistó los votos de estos estados, particularmente en Pensilvania, Ohio, Michigan y Wisconsin, al tiempo que consiguió los votos requeridos en el Colegio Electoral en la Florida, Carolina del Norte y Arizona.

De acuerdo con Trafalgar Group, la mejor firma electoral de 2016 y la más rigurosa de 2020, según Real Clear Politics, los seguidores de Trump experimentan un fenómeno vergonzante, denominado “sesgo de conveniencia social”, similar a lo ocurrido en Colombia con el plebiscito sobre el acuerdo de paz. 

Para evitar las polémicas que puedan afectar la interacción social de sus partidarios en medio de un ambiente político caldeado por la polarización, la pandemia y la violencia racial, sus respuestas en las encuestas tienden a ser políticamente correctas, las cuales pueden variar el 3 de noviembre.

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
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