El desempleo y la informalidad laboral de nuestro país conforman un círculo vicioso de atraso y subdesarrollo, que debería ser fuente de preocupación nacional y regional.

Según las cifras del Dane, el desempleo del trimestre móvil de febrero a abril fue de 11%, 1,1 puntos porcentuales por encima del mismo mes de 2018, que fue del 9,9%. Este registro es muy superior a la tasa de desempleo de Estados Unidos (3,8%), la Unión Europea (7,8%), Chile (6,7%), México (3,4%) y Perú (9,0%). 

Así, en materia de empleo estamos mal y empeorando, dado que en el país, según el Banco de la República, persisten excesos de capacidad productiva a nivel urbano y rural. Adicionalmente, la tasa de crecimiento de la economía del primer trimestre decepcionó a los analistas externos al ubicarse por debajo de sus pronósticos con el 2,8%, como consecuencia del comportamiento negativo de las construcciones residenciales, que cayeron el 8,8%. 

El panorama laboral se ve aún más gris al examinar la informalidad, típicamente de pequeña escala, con una organización rudimentaria y sin registro mercantil, que no distingue entre el capital y el trabajo como factores de producción. 

Para las 23 ciudades que evalúa el Dane, la informalidad fue del 47% en el primer cuatrimestre de este año. Menos de la mitad de los colombianos ocupados del país aportan al régimen de pensiones o están afiliados al sistema de riesgos laborales, razón por la cual deben financiar con sus recursos su retiro o los accidentes laborales. 

En Santander, la tasa de desempleo empeoró del 6,8% en el 2017 al 7,7% en el 2018, por el impacto de la inmigración venezolana, que también afecta la informalidad. 

La fuerza laboral ocupada del Departamento suma 536 mil personas, de la cual 239 mil tienen empleos formales y 297 mil son informales, especialmente concentrados y creciendo en el sector comercio, hoteles y restaurantes. 

El mejor antídoto es volver a crecer con empleos de calidad.