El partido de la Farc sostiene que “el Estado se vio en la necesidad de aceptar el Acuerdo de Paz si quería pactar el fin de la guerra”.

Desde tiempos inmemoriales, el lenguaje ha sido la base de las civilizaciones antiguas y modernas. Al principio, según Rousseau, no se habló más que en poesía. A la humanidad no se le ocurrió razonar sino hasta mucho tiempo después. Así, el lenguaje y el razonamiento abstracto han estado aparejados de forma cercana hasta convertirse en la palabra escrita que los compendia.

El lenguaje también es la expresión de sesgos ideológicos definidos en categorías propias. Las Farc, primero como guerrilla armada, y ahora como partido político, hacen uso ingenioso y subversivo del lenguaje, que es preciso domeñar para que su tránsito a la legalidad sea una realidad.

Veamos algunos ejemplos. El partido de la Farc sostiene que “el Estado colombiano se vio en la necesidad de aceptar el Acuerdo de Paz si quería pactar el fin de la guerra”. El lenguaje utilizado pretende arrogarse el carácter de Estado, a sabiendas de que una guerra es la lucha armada prolongada entre dos o más naciones durante la cual se producen diversas batallas. Colombia nunca estuvo en guerra con las Farc. Por el contrario, las Farc intentaron, por décadas, subvertir violentamente el orden establecido. La Colombia moderna nunca ha estado en guerra. La bandera de la guerra es una manipulación asombrosa para poder mentir con impunidad y conocimiento de causa.

La Farc ha pretendido, en todo momento, vender la idea de que el Acuerdo de Paz tiene el carácter de tratado internacional. Nada más equivocado. Según la Convención de Viena, se entiende por ‘tratado’ un acuerdo internacional regido por el derecho internacional y celebrado por escrito entre uno o varios Estados, cualquiera que sea su denominación. Al igual que en el caso anterior, la Farc ha buscado, abusivamente, equipararse a Colombia como Estado-Nación.

En los medios de comunicación se hace mención desorientada sobre los excombatientes de las Farc, cuando combatientes son aquellos soldados que componen un ejército. Las Farc nunca fueron un ejército; todo lo contrario, las Farc actuaron siempre como una guerrilla armada, de suerte que sus efectivos desarmados se deben llamar exguerrilleros. Igual ocurre con las mal llamadas disidencias de las Farc, que, según la Real Academia de la Lengua, son aquellas que tienen un desacuerdo de opiniones. Los miembros de la Farc al margen del Acuerdo de Paz son delincuentes, narcotraficantes o bandidos que pierden sus beneficios. En la prensa se menciona que tal o cual exguerrillero desertó de las Farc. También es errado, pues en este caso, desertor se refiere exclusivamente a un soldado que abandona sus banderas. Los exintegrantes de las Farc jamás podrán ser considerados soldados de la Patria.

Finalmente, es sabido que los antiguos miembros del secretariado de las Farc, ahora en el Congreso Nacional, usan seudónimos falsos para ocultar sus verdaderos nombres. Así, los poderes públicos y los medios de comunicación deberían referirse exclusivamente a sus identidades reales. Lo contrario es fomentar la ilegalidad.