Petro se raja en política monetaria y en consecuencia, se merece el varapalo de la excomunión monetaria.
El presidente Gustavo Petro aprovechó la convocatoria del Consejo Nacional de Paz, Conciliación y Convivencia para proponer que “la emisión que hace el Banco de la República rutinariamente en vez de ir a los bancos, debería ir en bonos para la indemnización de las víctimas”.
Petro sostiene que la indemnización de 10 millones de víctimas por un valor de 301 billones de pesos -equivalentes al 24% del PIB- no se puede hacer con el Presupuesto General de la Nación, ni con los recursos de los victimarios. Petro asevera que no hay espacio fiscal para indemnizar a las víctimas: “la única salida, así lo excomulguen desde el Banco de la República, que es peor que la Iglesia, es que la financiación de los bancos vaya a las víctimas”.
Resulta paradójico que el presidente Petro hubiere lanzado al viento la idea de frenar la independencia constitucional y legal del Banco de la República, precisamente ahora que se conmemora el centenario de la Misión Kemmerer que le dio vida jurídica al Emisor, cuyo cuerpo normativo consagró la defensa de la moneda sana al otorgarle el atributo exclusivo de la emisión de dinero.
Desconcierta por igual que la propuesta de Petro de indemnizar a 10 millones de víctimas se realice en las barbas de la celebración de la Asamblea Constituyente de hace 30 años, que le dio rango constitucional a la defensa de la moneda sana, mediante el mantenimiento de su poder adquisitivo como objetivo principal del Banco de la República, con lo cual su prioridad ha sido, desde entonces, el control de la inflación en coordinación con la política económica.
Al examinar la iniciativa de Petro, observamos que riñe con lo dispuesto en la Asamblea Constituyente de 1992, que eliminó el financiamiento del Emisor al sector privado -incluido el de fomento- y los créditos al gobierno, salvo que se hubiere declarado una emergencia nacional.
La propuesta de Petro es contradictoria, pues aventura la entrega de la financiación que el Emisor hace de forma habitual a los bancos para irrigar liquidez a la economía, que supuestamente se dirigiría a las víctimas, operación monetaria que podría considerarse expansiva de liquidez; y, al mismo tiempo, proyecte entregarles bonos indemnizatorios a las víctimas, operación que podría considerarse como contraccionista de liquidez.
Petro confunde, en efecto, las operaciones ordinarias de política monetaria del Banco de la Republica para expandir o contraer los medios de pago en la economía a través de los bancos con su atropellada iniciativa de financiación directa al gobierno para indemnizar a las víctimas.
Petro no entiende que la actividad medular del Emisor no es prestarles dinero a los bancos ni financiar al gobierno. Petro se raja en política monetaria -como lo hacía con suficiencia en su alma mater- y en consecuencia, se merece el varapalo de la excomunión monetaria.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co