Venezuela amaneció con dos presidentes electos: Maduro, ungido mediante fraude electoral, y Edmundo González, elegido con la votación mayoritaria.

El director del Consejo Nacional Electoral de la dictadura venezolana, Elvis Amoroso -que de primoroso no tiene nada-, proclamó al filo de la medianoche del 28 de julio, el mayor fraude electoral de la historia del vecino país. Con una cara adusta, henchida de villanía por el atropello cometido contra el electorado venezolano que salió masivamente a votar, anunció la reelección -por tercera vez consecutiva y por otros seis años- del sátrapa Nicolás Maduro. Con este golpe a la democracia venezolana, el chavismo completaría 31 años de usurpación continua del Palacio de Miraflores, sede del gobierno. Así pues, el dictador Maduro se atornilla al poder, como en las tiranías latinoamericanas de Cuba y Nicaragua.

Desde octubre del año pasado, el déspota caribeño Maduro, que controla con mano de hierro los cinco poderes públicos venezolanos -Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Popular y Electoral-, anuló las elecciones primarias de la oposición, que eligió por amplia mayoría a María Corina Machado, precandidata presidencial opositora de unidad. Y posteriormente, la inhabilitó por 15 años para ejercer funciones públicas. En vista de lo anterior, la Plataforma Unitaria Democrática de oposición intentó, en vano, inscribir a Corina Yoris, quien fue posteriormente bloqueada por el Poder Electoral. La persistencia política de María Corina -a imagen y semejanza de Marianne, quien representa la madre protectora francesa, heroína pacífica y guerrera a la vez, que defiende los ideales galos de libertad, igualdad y fraternidad- logró inscribir al ponderado diplomático retirado de 74 años, Edmundo González, candidato presidencial de la unión opositora.

La carrera de obstáculos estales para disuadir a la oposición de participar en la liza electoral presidencial continuó con infamia. Al arbitrario encarcelamiento político de 149 opositores, de los cuales 135 están vinculados con Edmundo González y María Corina, se suman la prohibición de veedores internacionales europeos y latinoamericanos, y los impedimentos burocráticos para que de los 4 millones de venezolanos en el exilio que podían sufragar el 28 de julio, solo pudieran hacerlo 71.000 connacionales.

El domingo 28 de julio, la población venezolana madrugó para ejercer su derecho constitucional al voto, conculcado por un fraude monumental consumado por el Consejo Nacional Electoral, CNE. Desde el cierre de los comicios a las 6 de la tarde, mientras fraguaban el fraude, se impidió el ingreso de testigos electorales a las mesas de votación y de los representantes de la oposición a la sede electoral ubicada en el Centro Simón Bolívar en Caracas; se suspendieron el sitio web del CNE, la entrega de las actas de votación a los representantes de los partidos de oposición -como ordena la Ley Orgánica Electoral- y la publicación de sus resultados. Venezuela amaneció con dos presidentes electos: Maduro, ungido mediante fraude electoral, y Edmundo González, elegido con la votación mayoritaria y el fervor democrático venezolano.

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co