Venezuela avanza hacia una crisis de balanza de pagos. En los últimos 14 años, el derroche de 700 mil millones de dólares provenientes de la industria petrolera y el asfixiante cerco aplicado a las actividades del sector privado, que redujo el número de empresas de 672.642 a 373.204 en este periodo, tienen a la economía venezolana al borde de un síncope cambiario.

Considerando que los ingresos petroleros –recursos que explican el 98 por ciento de las exportaciones de Venezuela– y los impuestos son insuficientes para financiar el déficit fiscal del 15 por ciento del PIB, el Gobierno venezolano recurre crecientemente a la emisión de dinero para solventar su maltrecha economía; al cierre del pasado mes de junio, el dinero circulante creció en 68,3 por ciento, con lo cual propicia una vertiginosa inflación que supera el 32,9 por ciento en los primeros 8 meses del 2013.

Las reservas internacionales de Venezuela se ubican en los niveles más bajos de los últimos tiempos. Las reservas líquidas, sin contar las inversiones en oro, ascendieron a 1.916 millones de dólares en agosto, monto que permite sufragar menos de un mes de importaciones, en oposición a los 35 meses de cobertura de Arabia Saudita y 8 meses de Colombia.

La aguda escasez de moneda extranjera explica los retrasos de 270 días en la consecución de dólares en Venezuela, evidenciados en 45 días para su asignación, 90 días para la expedición de los Certificados de No Producción y 180 días para las liquidaciones finales por parte de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi).

La carencia de divisas desentraña el voraz apetito por dólares baratos. A partir de enero del 2008, entró en vigencia el bolívar ‘fuerte’, nueva moneda con tres ceros menos, anclada inicialmente en una tasa de cambio de 2,15 respecto del dólar. Después de sucesivas reformas, en febrero del 2013 se devaluó el bolívar, supuestamente ‘fuerte’, y se estableció una tasa oficial de cambio de 6,30 por cada dólar, que a la fecha contrasta con el dólar negro, que bordea actualmente los 40 bolívares.

El Gobierno eliminó el fallido Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera (Sitme) e implementó el Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad), que también fracasó. Al parecer, el Sicad sería sustituido por un mecanismo de intercambio de deuda comercial por bonos de Pdvsa, de indeterminada liquidez.

La pérdida de independencia del Banco Central de Venezuela y la sujeción de las políticas monetaria y cambiaria a los designios del Poder Ejecutivo, minan la sostenibilidad del esquema de paridad cambiaria, políticas que, por definición, exigen autonomía en sus determinaciones. Así pues, una arrebatada devaluación muestra sus orejas en Venezuela.