El Foro Económico Mundial publica el Índice Global de Competitividad desde 1979, el cual define el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. De acuerdo con Xavier Sala-I Martín –académico de la Universidad de Columbia y cerebro de la medición de la competitividad internacional–, el Foro centra sus análisis en la productividad por la sencilla razón de que, a largo plazo, este elemento es el más importante a la hora de explicar las escalas de prosperidad de un país y sus ciudadanos.

El Índice Global de Competitividad de este año se construyó con base en una amplia gama de determinantes actualizados a nivel micro y macroeconómico de la productividad. Para una mayor claridad, el Índice se divide en 12 pilares, que les sirven de guía a los funcionarios estatales encargados de la política pública y la valoración de sus economías.

Aparentemente, la competitividad colombiana avanzó del lugar 66 al 61. En realidad, a pesar de la irreflexiva complacencia oficial, esta mejora es una auténtica ilusión óptica, habida cuenta que la clasificación del 2014 incluía a 144 países y este año se redujo a 140. Así, pues, la competitividad de nuestro país se mueve realmente en biclicleta estática; se pedalea con fuerza, asciende poco, o incluso, retrocede.

En materia de avances, sobresale el pilar de desarrollo financiero, que pasó del puesto 70 en el 2014 al 25 en el 2015 entre 140 países. Este salto cuántico obedece al aumento en la solidez de la banca colombiana (30 a 25) y al impresionante ascenso en los derechos legales de prestamistas, deudores y leyes de bancarrota, cuyo registró pasó del puesto 85 al primero en el mundo. El informe registra también el ascenso en el pilar de salud y educación primaria (105 a 97).

Sin embargo, por primera vez en esta década, nuestro país perdió 4 posiciones (6 al 10) en lo que atañe a la protección legal de los inversionistas, que esperamos no resulte premonitoria y se traduzca en la pérdida del grado de inversión. Tampoco ayuda el aumento de la deuda del Gobierno como porcentaje del PIB (42 a 61), valoración negativa que podría empeorar si tomaran en consideración las vigencias futuras. Impresiona, asimismo, el deterioro generalizado de las entidades estatales; aumentaron la malversación de fondos públicos (128 a 131), el favoritismo de las decisiones oficiales (107 a 115) y el peso muerto de sus regulaciones (122 a 126), complementado con la caída de la credibilidad en la clase política (125 a 131).

Desde la perspectiva empresarial, los principales factores que entorpecen el clima de los negocios en Colombia son, en su orden, las tasas confiscatorias de tributación (137 entre 140 países), la complejidad tributaria (131), la corrupción (131), la ausencia de infraestructura (110) y la ineficiencia de la burocracia estatal (100).

¡Así no hay quien compita!