Los colombianos tenemos tres obligaciones morales hacia Venezuela. Para comenzar, es preciso enterarse –por intermedio de los afiliados a Andiarios– de los infortunios de nuestros vecinos para comprender la compleja situación económica y política que tiene a Venezuela al borde de la guerra civil.
En nuestro caso, con mayor razón, para no emular el comunismo del siglo pasado, de incuestionable inspiración castrista, que impera en Venezuela. Los bogotanos sabemos bien de qué se trata. Los deplorables resultados de la gestión del recientemente destituido Alcalde Mayor dejaron ver las puntiagudas orejas de la venezolanización de la capital de la República.
En segundo término, los colombianos de bien debemos apoyar al pueblo venezolano, acorralado por la penuria económica, la inflación galopante, la creciente escasez de bienes básicos –alimentos, medicinas y papel– y la destrucción sistemática del tejido empresarial y gremial. Como si lo anterior no fuera suficiente, Venezuela es un país donde la censura de prensa y la opresiva revocatoria de las licencias de funcionamiento golpean a los medios de comunicación, nacionales y extranjeros; nación en la que las libertades económicas y de información, la separación de los poderes públicos y la independencia del Banco Central desaparecieron con la llegada del chavismo, ideología que entronizó la expropiación arbitraria y la estatización inapelable del aparato productivo.
Durante 14 años, el presidente venezolano Hugo Chávez mantuvo las riendas del poder al ganar de manera indiscutible, en igual número de contiendas, todas las elecciones nacionales, regionales y consultas plebiscitarias. El comandante Chávez era un fenómeno político que nadie pudo vencer en las urnas, o incluso, fuera de ellas. Ahora, en Venezuela, las cosas son de otro color. La oposición venezolana ha madurado políticamente y se ha consolidado como una opción legítima de poder; mientras tanto, en la otra orilla, el régimen del presidente Nicolás Maduro luce agobiado por el fardo de sus responsabilidades y los conflictos generados por el fallido socialismo del siglo XXI.
Para concluir, le corresponde al país nacional y al país político respaldar la oposición venezolana, cuyos líderes se han ganado un lugar en el firmamento político venezolano y latinoamericano. María Corina Machado es fiel exponente de esta nueva clase política, con ideales inquebrantables y convicciones honestas que le valieron la abusiva pérdida de su investidura como parlamentaria. María Corina ha tomado el liderazgo en defensa de la transición constitucional hacia la democracia venezolana y el respeto pleno de las libertades conculcadas. Leopoldo López Mendoza, compañero de brega política y anterior líder de la protesta cívica y pacífica que lo tiene injustamente preso, representa también la esperanza de las nuevas generaciones de venezolanos que marchan valerosamente contra la administración Maduro en procura de una salida constitucional.