Después de cinco años de intensas negociaciones, Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile, EE. UU., Malasia, México, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam perfeccionaron, en una sesión maratónica, realizada en la ciudad de Atlanta, el Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio (TPP, por sus siglas en inglés). El TPP crea la zona de libre comercio e integración regional más grande e innovadora del planeta, considerada por legos y profanos, como el acuerdo plurilateral más importante de los últimos 20 años, desde la creación de la Organización Mundial de Comercio.
Los alcances estratégicos y geopolíticos del TPP son de grueso calibre. El presidente estadounidense Barack Obama, le puso todas las letras cuando manifestó que “no podían permitir que países como China escribieran las reglas de juego de la economía global. Nosotros tenemos que escribir estas reglas”.
En igual sentido se pronunció Akira Amari, ministro de Economía de Japón, al afirmar que el TPP debe “definir los estándares globales del siglo XXI”. Tim Groser, ministro de Comercio de Nueva Zelanda y uno de los principales arquitectos del TPP, reconoció que “las implicaciones estratégicas para el comercio global serán enormes”.
A partir de la entrada en vigor del TPP, las reglas de juego de los intercambios comerciales con la región del Asia-Pacífico serán definidas por EE. UU. y Japón, naciones que representan el 80 por ciento del PIB de los países que hacen parte del Acuerdo. El TPP puede generar una nueva ola de negociaciones globales, que surgirán –lastimosa- mente– al margen de Colombia, habida cuenta de la moratoria oficial autoimpuesta en el 2012 y del estricto interés gubernamental en la devaluada Alianza del Pacífico, convenida con México, Chile y Perú.
El TPP es un tratado de economía política y comercial de última generación, que abarca el 36,3 por ciento del PIB mundial, el cual se perfecciona en 30 capítulos en igual número de áreas: acceso a mercados, reglas de origen, obstáculos técnicos al comercio, medidas sanitarias y fitosanitarias, defensa comercial, competencia, compras públicas, servicios, inversiones, comercio electrónico, telecomunicaciones, entrada temporal, servicios financieros, asuntos legales, propiedad intelectual, medioambiente, laboral y cooperación. Adicionalmente, se incorporaron temas inéditos de carácter horizontal, que incluyen coherencia regulatoria, competitividad, desarrollo económico y pequeñas y medianas empresas, asuntos que, en su conjunto, favorecen a las economías menos desarrolladas que son parte del Acuerdo. Estas normas se erigen, por sí mismas, en los nuevos referentes planetarios, que incluyen disposiciones que convierten el TPP en un contrato vivo, dinámico, que se renueva a través de enmiendas previamente convenidas por las partes.
El TPP deja la puerta abierta para el ingreso del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (Apec, por sus siglas en inglés), al cual Colombia ha intentado ingresar infructuosamente desde hace 20 años, como resultado del rechazo categórico generado por el histórico abandono estatal del Pacífico colombiano.
¡Llegó la hora de repensar nuestra política comercial y actuar en consecuencia!