Las propuestas de Trump desestimulan las inversiones directas en China y México, el comercio y las cadenas globales de valor.

Nassim Taleb, ensayista e investigador libanés naturalizado estadounidense, fraguó la metáfora del ‘cisne negro’ como el impacto de lo altamente improbable, fenómeno único caracterizado por su rareza y repercusión extrema que, examinado de manera retrospectiva, resulta explicable y predecible.

El mandato de Donald Trump, elegido como presidente número 45 de Estados Unidos, cumple a cabalidad con esta tesis. Trump es disruptor por excelencia, que al ser antipolítico, dice lo que piensa y hace lo que dice. Por esta razón, resulta oportuno identificar a sus colaboradores inmediatos y escudriñar los lineamientos de su programa de gobierno para anticipar sus posibles consecuencias.

Es probable que en la inauguración de su mandato, que tendrá lugar el 20 de enero al mediodía en Washington, se refiera de modo expreso a su plan económico de simplificación regulatoria y reducción masiva de impuestos, reforma comercial y levantamiento de restricciones en el sector de energía, acorde con los trabajos elaborados durante la campaña por el profesor Peter Navarro, de la Universidad de California, designado su asistente y director de la nueva dependencia de Política Comercial e Industrial, creada en la Casa Blanca, y por Wilbur Ross, próximo secretario de Comercio.

Navarro presidirá también el nuevo Consejo Nacional de Comercio, encargado del programa ‘Compre americano y contrate americano’, con lo cual se convierte en una figura clave de la administración Trump, en compañía de Jason Greenblatt, abogado de la Organización Trump nombrado en una nueva posición directiva instituida en la Casa Blanca como delegado especial para negociaciones internacionales.

Robert Lighthizer, funcionario de la administración Reagan, será el representante comercial de EE. UU. –USTR por sus siglas en inglés– y por tanto, miembro del gabinete con rango de embajador y principal negociador estadounidense.

En la inauguración presidencial, Trump probablemente abordará las promesas forjadas para sus primeros 100 días, definidas el año pasado en Gettysburg (Pensilvania), dentro de las cuales sobresale la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o su retiro definitivo seis meses después de su notificación, según lo dispone el artículo 2205; abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica; designación de China como manipulador de monedas; identificación de abusos comerciales para la imposición de derechos antidumping y medidas de retorsión comercial de la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974; establecimiento de elevados impuestos en frontera para impedir la relocalización de compañías en el exterior que exporten libremente sus productos a EE. UU.; incremento de aranceles a China del 45% y a México del 35%.

Las propuestas de Trump, si bien favorecen las empresas y los empleos estadounidenses, desestimulan las inversiones directas en China y México, el comercio y las cadenas globales de valor. Colombia, por ahora –y por fortuna– se encuentra al margen de este torbellino comercial y político, pero deberá mantenerse como Argos, vigilante.